La ruta serpentea entre las montañas cuando uno sale de Ushuaia, y las laderas se convierten en enormes muros sobre los que patina el viento.
Nuestra misión era llegar a una cascada que nos prometieron hermosa.
La ruta serpentea entre las montañas cuando uno sale de Ushuaia, y las laderas se convierten en enormes muros sobre los que patina el viento.
Nuestra misión era llegar a una cascada que nos prometieron hermosa.
En los '90 tuvimos que mudarnos a lo de mi abuelo porque no nos quedó otra que vender la casa.
En el living del padre de mi padre, había una ventana grande que daba al jardín. La ventana siempre estaba reluciente y el jardín perfectamente recortado. Mi abuelo era obsesivo de la limpieza y el orden.
Hace 10 días que llegamos a Ushuaia con Mariana. Serán tres meses en el último rincón de Argentina, tras los cuales todavía está por definirse a dónde iremos.
Almaty, Kazakhstán, 00:07. Próximo destino: Kiev, Ucrania. Año 2016.
“¿Qué es lo que está mal con este mundo?”, preguntó mi hermana, que tenía 9 años entonces, a Roxana, nuestra madre.
-¿Querés que nos veamos esta semana?
-Disculpá, estoy a mil, no puedo.
-Nunca podés, si no querés que nos veamos decímelo y listo.
-Es que me caés súper bien y todo, pero no pensé nada más allá de chatear.
-Flaca, la semana pasada nos mandamos fotos en pelotas, ¿me estás boludeando?
-¿Qué tiene que ver eso?
-Y sí, lo más importante es decir la verdad, siempre. En fin, ¿qué hacemos hoy al final? ¿Ya te decidiste?
-¿Eh?
-¿Cómo “eh”? ¿Elegiste entre los dos bares que te dije?
Ayer vi un video titulado "Cómo ganar dinero siendo vos mismo". Me pareció una idea imposible. Si ya siendo gratuito no me consumen, ¿imaginate poniéndome un precio? Igualmente, le di play.
-¿Quién es Alejandro Mañez? -pregunté.
-Ni idea -respondió ella.
-Yo ya me desarmé a mí misma al punto en el que todo es posible -explicó ella- por eso es un bajón tratar de razonar con vos -agregó, decepcionada.
-¿Tan pelotudo te parezco? -preguntó él.
-Y, pero, si no te das la chance de conocerme, ¿cómo sabés que no te gusto?
-Ahí está el tema, no quiero darte una chance.
Hace unos años, un grupo de personas decidió vivir sin miedo. Estas son sus historias:
-A veces me gustaría que las personas fueran un poco más parecidas a los perros.
-¿Cómo?
-No sé, o sea, incluso con vos me pasa. Mi perro, cada vez que llego, está contento de verme, es su alegría máxima. Y vos, en cambio, como que lo re das por sentado, como "ah, llegó mi novio, bueno, ok, nada en especial".
Estábamos en el desierto, camino a Moynaq. El chofer dijo con lenguaje de señas que había que parar a cargar nafta.
Un exilio premeditado a un pueblito. O, al menos, a una ciudad que no sea gigante. Con menos de 100 mil habitantes ya estaría bien.
Montañas con algo. No importa si son lagos, desiertos u océanos. Y que la gente que no ande nerviosa por la calle. Que haya nieve en invierno, y que en verano no haga tanto calor.
Me invitó a salir una chica y acepté, como para tener alguna nueva experiencia. Como "salir" no se puede, nos vimos en su casa. Vive en un monoambiente, como casi todos los de mi generación.
Me encanta ir al dentista. Todo está limpio, reluciente. Colores pastel y superficies lisas.
Todo es completamente humano, antinatural.
El órgano sonaba de fondo evocando cuatro acordes menores sin audacia y fáciles de seguir. La atmósfera ya estaba creada: El recuerdo se repetía una y otra vez.
Ella estaba al otro lado de la mesa, pequeña pero infinita. Mirábamos el escenario sabiendo que nuestros pies estaban cada vez más lejos de la tierra. Pero en el bar nadie se elevaba, y todos temían.
En mí buscabas algo tuyo. Algo que te diera una certeza, quizás la única necesaria para sobrevivir: Saber que no estás tan sola en este mundo.
Todavía no había amanecido. A través de la ventana se veía la tormenta. Ella, abstraída, miraba la lluvia y los relámpagos.
-¿Estás bien? -pregunté.
-No. No estoy bien. No hay nada después de la muerte, nada -contestó, con la mirada inmóvil.
-¿Y qué tiene? -dije yo, tratando de entender.
-¿Cómo "y qué tiene"? Es literalmente la peor certeza que se puede tener -replicó, levantando el tono.