lunes, 22 de noviembre de 2021

Mi abuelo y el gorrión


En los '90 tuvimos que mudarnos a lo de mi abuelo porque no nos quedó otra que vender la casa. 

En el living del padre de mi padre, había una ventana grande que daba al jardín. La ventana siempre estaba reluciente y el jardín perfectamente recortado. Mi abuelo era obsesivo de la limpieza y el orden.

Un día de verano, mientras mi abuelo dormía la siesta y mis papás trabajaban, un gorrión se estrelló contra la ventana. Llegué a agarrarlo, y le apreté el pecho para reanimarlo, como había visto en las películas yankees, pero no dio resultado. 

Poco a poco su cuerpo fue cediendo, y vi cómo cerró los ojos cuando no dio más. 

Era la primera vez que sostenía un pájaro. Mirándolo en ese momento, me di cuenta que era macho, por la corbatita negra que tenía abajo del pico. 

Era un animal suave y frágil, y ahora yacía en mis manos muerto. 

Segundos después, bajó otro gorrión, que no tenía corbatita, y entendí que era su novia. Se quedó mirándome desde su posición un rato, hasta que apoyé a su amado sobre el pasto del jardín, y me metí adentro de la casa.

Me ubiqué detrás de la ventana para ver si algo ocurría, y entonces pude ver a la viuda acercándose al cuerpo. Dio vueltas alrededor un rato, como desorientada, hasta que pareció comprender lo que había pasado. 

Allí fue cuando levantó vuelo, y se paró sobre la rama de una de las plantas de mi abuelo. Desde esa rama cantó, cantó y cantó durante minutos, hasta que se quedó sin fuerzas. Tras la despedida, se alejó volando.


Y aunque sólo era un niño, lloré. 


Me sentía culpable por no haber podido ayudar al pajarito, por ser tan ignorante de no haber previsto cerrar la cortina para que nadie se estrellara contra la ventana por pensar que no había vidrio.

Todavía compungido, fui a buscar la palita de jardín de mis abuelos, y empecé a cavar sobre el pasto perfectamente recortado. Hice la tumba lo más rectangular posible y, antes de enterrar al pajarito, le di un beso en su cabecita y le pedí perdón. 

Lo apoyé con suavidad en el fondo de la tumba, y luego quise taparlo con tierra, pero me frené.

Miré la tumba y me pareció miserable. ¿En qué se iba a diferenciar ese suelo removido de cualquier pozo tapado por un perro? ¿Cómo sabría alguien que allí yacía el pajarito y no un hueso comprado en la carnicería? 

Entonces fui a buscar mi juego de jenga, y levanté con él un panteón al lado del entierro. Por delante del mismo, puse una pieza en la que dibujé un pajarito, para que todos supieran en honor a quién estaba hecha la estructura.

En ese momento, sentí que empezaba a hacer las paces con el gorrión. Quizás, homenajeándolo, podríamos quedar a mano. A continuación, tomé la tierra con mis manos, y me dispuse a tapar al difunto. 


De repente escuché un portazo, y mi abuelo salió enfurecido.


"¿¡Qué estás haciendo?!", gritó, y yo me quedé callado. Mi abuelo miró la escena y volvió a gritar: "¡Me estás destrozando el jardín!". 

"Es que se murió el pajarito, abuelo", respondí, con miedo. Él miró nuevamente la situación, y respondió: "¿Todo este desastre por un bicho de mierda?". Inmediatamente, estiró su mano hacia el pájaro, pero yo se la corrí. "¡No! ¡No lo saques de ahí!", fue lo único que pude contestar. 

Mi abuelo me pegó un cachetazo que me volteó, y volvió a su tarea: Agarró al pájaro, levantó la tapa del tacho de basura, y lo tiró. "Te vas a tu habitación y no salís hasta que tus papás vuelvan". 

Me levanté del piso y enfilé hacia mi habitación pero, en su lugar, fui hacia el tacho y quise agarrar al pajarito. Enfurecido, mi abuelo me detuvo agarrándome de los pelos. Mi papá me hacía lo mismo cuando vivíamos en la casa anterior. 

"Es solamente un pájaro de mierda, dejalo ahí, ¿o querés que te dé otro cachetazo?", amenazó mi abuelo, y sólo pude llorar. "¿Por qué?", preguntaba, mientras lo miraba. "Porque sí", replicó, y me llevó hasta mi habitación tomándome del brazo, mientras yo me resistía llorando y pataleando.

Finalmente, me encerró bajo llave y, desde la ventana de mi cuarto, pude ver cómo sacaba a la calle la bolsa de basura donde estaba muerto el gorrión. 




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