martes, 19 de abril de 2016

Ástrid - Parte 2







Sentir por un instante



“¿Cómo estás?”, fue lo primero que atiné a enviarle, tras dos días de no recibir respuesta a mi anterior mensaje. Recién una hora después, replicó un básico “Bien, ¿vos?”.
Ástrid siempre tardaba muchísimo en contestarme, y me enfermaba, porque yo sabía que ella no estaba haciendo nada importante. Después del trabajo no tenía ninguna otra responsabilidad, por lo que tendría que estar disponible para responderme con cierta velocidad.




 “¿Te incomodó lo que te dije el otro día?”, pregunté, y me dijo que no. “A mí sólo me incomoda que no me respeten”, agregó. 

 Me quedé un poco más tranquilo, pero seguía teniendo dudas. ¿Acaso nos veríamos de nuevo? Algo me decía que sí, pero que pasaría mucho tiempo hasta que eso ocurriera.

Ella nunca me escribía, siempre lo hacía yo. No le importaba cómo me sentía pero, para ser honesto, creo que ni ella se preocupaba por sí misma. Por eso, como sabía que no me iba a mandar ningún mensaje, insistí enviándoselos, pero no volvió a contestar. 

 Frustrado, salí a correr un rato para hacer un poco de ejercicio y despejarme, y hora y pico después volví a mi casa. Me bañé, comí algo, y recién ahí me tiré a la cama con el celular.
A pesar de haber dejado el teléfono tanto tiempo fuera de mis manos, ella seguía sin responderme. Me puse triste, porque creía que iba a prestarme más atención después de habernos visto el otro día. 

En un ataque de impulso, como tantos que tengo, la llamé.

-¿Hola? –me saludó.
 -Hola, ¿te interrumpo? –consulté, amablemente.
 -¿Hola? –insistió, como si no me hubiera escuchado.
 -¡Hola! ¿Me escuchás?
 -¿Hola? –volvió a preguntar Ástrid.
 -¡Hola, hola! ¿Es joda, tan mal anda esto? –refunfuñé.
 -Ja ja, hola, te estaba haciendo un chiste. Te escucho bien desde el primer saludo.
 -Ah… ja ja, ¿cómo estás?
 -Bien pero, bancá, ¿qué pasó? ¿Por qué me llamás?
 -Porque quería hablar con vos.
 -Hablame por chat mejor.
 -Nunca me respondés por chat.
 -Sí que lo hago.
 -Sí, cuando se te canta…
 -¿Y no es así la cosa? Vos me hablás cuando querés, y yo hago lo mismo con mi respuesta –dijo, como si fuera una absoluta obviedad.
 -Suena feo decirlo así –comenté, con ciertas dudas.
 -Bueno. Hablemos.
 -¿Estabas ocupada?
 -Estaba viendo una serie, pero por suerte se puede poner pausa. 
 -Ah, ok. Bueno, ¿cómo te fue hoy?
 -Bien –dijo, y se quedó callada.
 -Ah… bueno. Genial. A mí también me fue bien, tuvimos mucho laburo en la oficina.
 -Me alegro. 
 -Vino un cliente nuevo para que le hagamos una campaña de marketing, es bastante más groso que los anteriores.
 -¿Te gusta tu trabajo?
 -Sí, claro.
 -¿Cómo lo conseguiste?
 -Un amigo mío laburaba ahí, y me preguntó si me interesaba. Y bueno, desde entonces estoy en la empresa.
 -La tuviste un poco fácil, ¿no?
 -Eh…
 -No dudes, realmente la tuviste fácil. Hay gente que deja las piernas y autoestima caminando la ciudad dejando currículums, y a vos te llama un amigo para ofrecerte trabajo. 
 -Bueno, perdón.
 -No pidas perdón. Tenerla fácil no es culpa tuya, es culpa de cómo funcionan la sociedad y las empresas. 
 -¿Y eso está mal?
 -¿A vos te parece que la sociedad y las empresas funcionan bien? Mejor dicho, ¿a vos te parecen que funcionan de manera justa?
 -No, no siempre.
 -Entonces, no te sientas culpable, sos una “víctima” muy beneficiada de ese circuito.
 -Sí. Che, ¿te puedo hacer una pregunta?
 -Sí.
 -¿Por qué siempre tardás tanto en responderme los mensajes?
 -Tardo lo que tardo.
 -Sí, ese es el tema, que tardás mucho.
 -La verdad es que prefiero contestar cuando quiera, como te dije antes. 
 -Está bien pero, ¿te interesa saber de mí? ¿Cambió algo para vos que nos viéramos la otra vez? Porque cuando te fuiste me dejaste dando vueltas una frase que me puso muy contento, y después ni pelota.
 -No tenía nada qué responder al mensaje que me mandaste. No es que sea mala onda, no tenía nada para decirte.
 -¿Te hubiera gustado que me fuera con vos?
 -Era la primera vez que nos veíamos, y la verdad que te había dicho que sí a juntarnos porque me pareciste buen pibe, y me habías anticipado que querías saber un poco más de mí. Usualmente nadie quiere saber de mí. Y quise ver qué me preguntabas.
 -Te pregunté muchas cosas…
 -Sí. Y me sentí bien, pero después me mandaste ese mensaje, y no sé… ¿Querías coger o qué?
 -No, no… te lo mandé porque quería pasar un rato más con vos.
 -Es muy importante la forma en que decimos las cosas. Vos lo sabrás mejor que yo, imagino, por tu laburo. Y por cómo lo dijiste, pareció que querías eso, sexo.
 -¿Y tendría algo de malo?
 -Sí, todo tendría de malo.
 -¿No te gusta el sexo?
 -No me gusta sentirme usada. Es precisamente otra razón por la que me alejé de tantas personas, para no fumarme boludeces ni hacer de boluda.
 -Yo no quiero usarte.
 -Entonces pensá bien lo que estás haciendo. Por qué me hablás, por qué me insistís, por qué me querés ver y, sobre todo, qué buscás.
 -Busco verte. 
 -¿Y por qué?
 -Porque creo que sos especial, Ástrid.
 -Yo sé que soy especial. El tema es saber por qué me creés especial.
 -Porque sos distinta a todas las mujeres que conocí.
 -Bueno.
 -Y te insisto porque quiero seguir conociéndote. 
 -¿Qué esperás encontrar al hacer eso?
 -¿Un cambio? –contesté, como adivinando mis propias intenciones.
 -Cambios. Hacen falta tantos para ser feliz… 
 -Sí.
 -Te dejo, voy a seguir viendo la serie –interrumpió. 
 -Uh, bueno, quería seguir hablando… 
 -Hablamos después, buenas noches.

Ástrid cortó, y me quedé mirando la pared de mi cuarto un rato largo. ¿Quién era ella en realidad? ¿Por qué le insistía tanto? ¿Qué estaba buscando yo? Encontrar un cambio que terminara con todo lo que hoy entiendo por felicidad era mi mayor miedo.

Ella me hizo creer, en apenas unos días, que vivo sumido en el confort, y creo que hasta me desprecia por eso. Aun así, me sigue contestando. 

 Quizás la razón por la que me acerqué a ella personalmente, después de tanto tiempo de hablar por chat, era para intentar ganarme su confianza. Cuando la vi el otro día sabía que no podía simplemente tener una charla sobre nuestras actividades. Tenía que ser munición gruesa, una charla que nos diera en qué pensar o, al menos, algo para sentir; y creo que ella sintió algo por mí durante un instante.
Ya agotado de tanto pensar, y un poco frustrado, me fui a dormir.

Horas más tarde, durante la madrugada, mi celular sonó, y me desperté. Era un mensaje de Ástrid: “Mañana podemos vernos si querés”.


PARTE 3 https://www.tomasbitocchi.com/2016/04/astrid-parte-3.html










1 comentario: