domingo, 5 de diciembre de 2021

La maldición que todos padecemos


La ruta serpentea entre las montañas cuando uno sale de Ushuaia, y las laderas se convierten en enormes muros sobre los que patina el viento. 

Nuestra misión era llegar a una cascada que nos prometieron hermosa.

En el camino se escuchan pájaros, ríos y, cada tanto, camiones y autos yendo a velocidades frenéticas. Imaginate ser un animal y ver esas bestias motorizadas que se desplazan con patas giratorias a un ritmo inalcanzable, mientras hacen ruidos que rebotan en todo el valle. 

Viéndolo así, parece normal que cualquier especie que sepa de nosotros nos tenga miedo. Incluso los perros y los gatos, a quienes tenemos por mascotas y/o "compañeros/as".

En uno de los barrios de mi infancia, unos niños se divertían metiendo gatitos cachorros adentro de una pava. Luego, tiraban la pava hacia arriba, y la dejaban caer libremente. El juego era ver qué pasaba con el gato, que a veces moría o quedaba malherido. 

Escuché decir alguna vez que la violencia injustificada (es decir, la que no es producto de una provocación previa) es una señal grave, que augura un futuro desastroso tanto para la persona que la ejerce como para el círculo de la misma. 

¿Aplicará el mismo criterio para los que maltratan a la Tierra? 

Esta pregunta flotaba en el aire hasta que, en el camino, apareció un desvío. Lo tomamos y, a medida que nos adentrábamos, el cariz se volvía un tanto oscuro. El bosque comenzaba a cubrir nuestros pasos, y el viento sólo se escuchaba entre los aplausos de las hojas. 

Lo primero que encontramos fueron tumbas de animales, sobre las cuales yacían dedicatorias y algunos juguetes. "Gracias por habernos hecho tan felices"; "Nunca te olvidaremos, te amamos"; "Te recordamos todos los días", y frases por el estilo pululaban sobre los sepulcros.

Pasando este cementerio, encontramos algunas edificaciones muy pequeñas en memoria de algún muerto humano, pero con ínfimos detalles sobre nombres y razones. Pocas frases dedicadas también. 

¿Qué decirle a un muerto más que "te extraño"? Él ya no escucha, él ya no siente. Lo que yo diga sólo suena en mi mente, y sólo pensándonos juntos puedo revivirlo. 

Ya con bastante curiosidad encima, dimos unos pasos más, y llegamos a una pasarela de santos. Algunos oficiales, y otros populares. 

Las estructuras levantadas en esta parte eran bastante más grandes, y dentro de ellas abundaban ofrendas y carteles con pedidos. Sin embargo, uno no podía dejar de notar que, entre los árboles (detrás de los santuarios), abundaba la basura. Bolsas, botellas, plástico y latas.

¿Por qué harías de tu lugar de adoración un basural? 

¿Será que no respetan a sus propios ídolos?

Si ni siquiera este lugar era lo suficientemente sagrado para evitar ser profanado, ¿Cuál sí lo era?

En la ciudad, a veces, los residuos se hacen parte del paisaje, y uno termina por asimilarlos. No destacan, son sólo otra parte de lo horrible de una metrópolis. Sin embargo, entre el verde de las hojas y el marrón de la tierra, éstos se hacen fáciles de distinguir. 

Quizás nada de esto le interesa a los feligreses que vienen a este santuario. Tal vez los bárbaros rezan en la mugre. 

Eventualmente, abandonamos este sitio oscuro, y terminamos llegando a la cascada media hora más tarde. Efectivamente, era hermosa. 

Nos sentamos y nos quedamos observando su larga caída, su sonido estruendoso y algún pequeño arcoíris que se formó. 

Y no pude evitar pensar en los bárbaros. Recordé aquel tiempo en el que el Estado Islámico (conocido también como ISIS) destruyó la milenaria ciudad de Palmira. O cuando los talibanes de Afganistán eliminaron los colosos centenarios de Buda en Bamiyán. Ambas obras monumentales que ya no están.

Es que la destrucción de lo antiguo, lo significativo y lo relevante siempre delata algo del destructor. Casi siempre se lee que es por desprecio o por ignorancia. Quizás la primera sea consecuencia de la segunda. 

Posiblemente, para el destructor, el ignorante sea el otro. En una de esas, el bárbaro es uno.

Pero... ¿Por qué despreciarías algo tan universalmente valioso como la naturaleza? Tal vez, el problema sea que lo valioso es subjetivo.

Al fin y al cabo, la humanidad entera sufre esta maldición: Todo lo que a uno le parece importante, al otro le chupa un huevo. 



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