domingo, 13 de octubre de 2013

Y qué triste la Luna amaneció

Después de recorrer las galerías del shopping juntos, llegaron a la terraza, desde donde se podía ver al Sol despidiéndose.
Él se apoyó sobre la columna, y clavó sus ojos en la puesta. 
Pasó algunos minutos en silencio, hasta que ella habló:

-¿No vas a decir nada? Me aburro.

Al instante la miró, perplejo de que ella no pudiera disfrutar del espectáculo, y contestó:

-Perdón- suspiró, y volvió a mirar hacia el horizonte- ¿No te parece hermoso este paisaje?
-Sí pero, ¿cuánto tiempo lo vas a mirar? Sacale una foto y listo, fue.
-Nunca vi caer el Sol. El tan trillado ocaso ahora me parece una opción maravillosa... ¿No es emocionante?
-¿Emocionante?- resopló- Uf, estás loco. En serio, si no me hablás me voy.

No respondió nada en un principio pero, al cabo de un rato, se animó:

-Es emocionante, como tu sonrisa, como esa brisa eléctrica que me alcanza cuando me mirás. Voy a amarte todo el tiempo que dure este ocaso, que anhelo nunca ver terminar. 

Volteó para mirarla, pero ella ya no estaba. Soñó una respuesta y, de repente, el día se oscureció.



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