viernes, 18 de octubre de 2013

1982

-Me mentiste, nos mentiste a todos.
-Señor yo...
-Nos dijiste que no era en vano el esfuerzo, que el frío no era ningún problema comparado con el enemigo. Nos mentiste.
-Mire, no sé bien qué...
-Y lo gritaste, una y otra vez: ¡Son nuestras, son nuestras!
-Le pido cordialmente, por favor, que...
-Lo peor no fue eso, sino que lo prometiste después, dijiste que las íbamos a recuperar, lo dijiste, yo me acuerdo. 
-Retírese por favor.
-Y yo te creí, todos te creímos. Lloré con la bandera flameando en invierno, al son del himno de mi patria. Lloré y sigo llorando, porque yo me perdí allá, y no supe cómo escapar, porque mi única cuenta pendiente, es la que nunca voy a poder saldar.
-No me deja alternativa, llamaré a la policía.
-Entonces, de golpe, todo me dejó de importar. Sentí el viento y las gotas en mi cara, entendí que no habíamos ganado, que ese momento iba a estar en pausa para siempre y, con todo la tristeza en mi corazón, caí de rodillas al suelo, y empecé a gritar: "¡Son tuyas, son mías, y están vivas! ¡No sé cuánto dure este dolor, pero las Malvinas serán siempre argentinas!"

El hombre se sentó y comenzó a sollozar, inmediatamente llegaron los efectivos policiales, que de inmediato lo llevaron detenido.

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