viernes, 3 de marzo de 2023

Marrakech 2: Tragando humo y esquivando motos

La casa de Basma está ubicada en unos pasillos internos de la Medina de Marrakech, lejos de la zona turística. 

En sus mejores horas, estas callecitas están llenas de niños jugando. Cuando ven que sos turista, los nenes te tiran la pelota para que se la devuelvas, y se sonríen si se las das. Las nenas, por su parte, atinan a decir "bonjour" y, si les respondés, se van corriendo entre risitas. Son momentos tiernos en un ambiente que, sin esta escena, sería algo sórdido. 

La mañana es el momento más tranquilo del pasillo. Los niños están en la escuela, y apenas unas pocas personas salen de sus casas para ir a trabajar o hacer las compras.

Por fuera del pasillo, la ciudad comienza su día con los vendedores trayendo sus puestos sobre ruedas a sus lugares correspondientes, y los que tienen un negocio fijo levantan las mallas metálicas. 

Casi todos los negocios (diría que el 95%) son pequeñísimos puestos donde no entran más de tres personas. Y diría también que casi todos son atendidos por hombres (desde ancianos hasta niños).

Esta parte del día es la que más disfrutamos en Marrakech, porque todavía no hay tanta gente en la calle y, sobre todo, no hay tantas motos. 

Las motos, más allá del incordio que es tenerlas dando vueltas entre el mar de gente que son los pasillos de la Medina, emiten todas muchísimo humo. Una de las experiencias más insoportables de esta ciudad es simplemente respirar: Está garantizado que vas a aspirar nafta quemada en cada rincón.

Pero incluso así de intoxicados, poco a poco aprendemos frases para poder comprar cosas. Lo primordial es el agua, ya que no hay agua potable en Marrakech (aunque no hay quórum entre los marroquíes sobre este asunto). "Shush elmá, aefak", es lo que creemos que significa "dos aguas, por favor", y por ahora nos ha funcionado en todos los negocios.

El francés también sirve para comunicarse, pero de eso se suele encargar Mariana, que sabe bastante más que yo. Igualmente, hemos notado que, cuando intentamos hablar en magrebí/dariya (la versión marroquí del idioma árabe) les parece simpático, y por eso buscamos aprender más frases para poder interactuar. 

A veces cuesta encontrar frases para decir porque en Google Traductor no está este idioma, así que dependemos de blogs de viajes y un diccionario que me bajé de Internet.

Los negocios son todos (bueno, casi todos) unipersonales, y en nuestra zona hay únicamente de servicios y alimentación. Los locales que venden souvenirs están lejos de la casa de Basma, debido a que no vive en un barrio turístico.

Los locales más llamativos, a mi entender, son las pollerías, donde generalmente hay un tipo que tiene muchas jaulas con gallinas vivas a las que, cuando alguien quiere comprar pollo, las mata frente a vos. Mi papá alguna vez me contó que, cuando él era niño, en Argentina las pollerías eran así. 

Marrakech, en ocasiones, se siente un poco así: Viajar a unas cuantas décadas atrás.


Ya en la parte más turística, hay doce millones de locales de todo tipo. Tenés negocios desde donde venden piel de serpiente, leopardo, y dios sabe qué animal más; hasta otros donde hay esculturas hermosas de madera, o telas con motivos pintorescos. 

La verdad es que hay un montón de cosas exóticas o simplemente lindas para ver, el problema es que "ver" no siempre está permitido. 

No hay ninguna ley que prohíba mirar, pero les voy a describir una interacción promedio con los vendedores en Marrakech para que se den una idea sobre lo implícito de la prohibición (cuya frase sería "si no vas a comprar, no mires"):

Imaginen que frenaron en un local porque vieron una tetera de bronce que les pareció bonita, y quieren mirarla de cerca y, tal vez, observar otros productos a la venta. 

Apenas dos segundos después de que hayan frenado, el vendedor se va a acercar:

-Hola, muy bonita la tetera, ¿verdad? Venga, entre a ver mis otros productos.

-Te agradezco la propuesta, pero sólo quiero ver la tetera.

-Vamos, que yo le muestro, mire, aquí tiene X tetera tallada en bronce, y aquí tengo un anillo para usar mientras toma té. Ah, y mire, también tengo una bandeja para la tetera.

-Está bien, le agradezco, pero sólo estoy mirando.

-Ah, claro, mire sin problemas, y vea que yo le haré buen precio, venga por favor, entre a mi negocio donde puede ver más. Vamos, venga, vamos, pase, mire, pase, pase...

-No, gracias, sólo quiero ver la tetera.

-Pero mire, pase, acérquese, entre al local, que usted tiene tiempo, vamos que esto es barato para usted, entre y mire las cosas que tengo, si le gusta la tetera, entonces lo demás le gustará más, pase, vamos, adelante.

-Ayuda por favor.


Tal vez no pidan ayuda al final, pero las interacciones son así en todos los locales, y esta es una versión POCO insistente de un vendedor de Marrakech en la zona donde venden productos más exóticos. Al comienzo pensamos "bueno, un par de vendedores pesados, nada del otro mundo", pero luego entendimos que esto era la norma, y desistimos por completo de parar a mirar cosas lindas. Optamos, en cambio, por bajar la velocidad al pasar por estos negocios, así podemos apreciar el producto, pero no ser cazados por el vendedor.

Vale comentar que, a veces, simplemente frenás para atarte los cordones o mirar el Google Maps, y los vendedores te abordan de la misma manera en la que describí recién.

Eso sí, ni se te ocurra sacar fotos donde salga algún local sin pedir permiso previamente (o chequear que nadie te esté mirando) y corroborar que no te vayan a cobrar. Esto no funciona igual en toda Marrakech, pero hemos visto situaciones donde un turista quiso sacarle fotos a un detalle arquitectónico de un negocio, y el dueño salió inmediatamente a pedirle que le pague por la foto. 

Habíamos leído sobre esto antes de venir pero, honestamente, creímos que era mentira o una exageración. Tal creencia se nos disipó al ver esa escena. 

Conforme avanza el día, caminar a veces se vuelve complicado. Motos por un lado, bicis por el otro, a veces carretas, y por qué no algún que otro auto perdido. Las calles están realmente llenas de gente, y los vehículos se abren paso entre la multitud, a fuerza de bocinazos y gritos. Más de una vez te va a golpear el manubrio de una moto.


Cerca del mediodía es uno de los momentos más álgidos en Marrakech, ya que muchísima gente va a comer y los niños salen de la escuela. Nos da la impresión de que hacen doble jornada, ya que a la tarde también vuelven a salir del colegio. 

Mientras seguimos explorando la Medina hacia su parte turística, vamos encontrándonos con restaurantes y locales de comida que, basándonos en los precios que tenían en cartelera, a veces están hasta cuatro veces más caros que en la zona de la casa de Basma. ¿Qué te cobran? Bueno, una presentación un poco más delicada, instalaciones más cómodas, cercanía a la zona más popular de Marrakech y, fundamentalmente, que hablan inglés. 

En nuestra opinión, no vale la pena ir a lugares más caros porque, hasta el momento, no hemos notado diferencia de calidad entre un lugar turístico y uno que no. Además, creemos que tiene mayor encanto ir a comer donde comen los marroquíes, incluso aunque cueste más hacerse entender. 

En general, elegimos una o dos zonas fijas para ir a comer, y las repetimos cuando queremos salir. En Marrakech comimos mayormente en el barrio de Basma.

Uno de los locales que elegimos fue "Happy pizza", que no se llama así, pero es mi manera de identificarlo. El hombre que atiende ahí (y que también prepara las pizzas) estaba absolutamente fascinado con que dos turistas estuvieran comiendo en su negocio. La primera vez pedimos para llevar, pero la segunda comimos ahí, al borde de la calle, mientras nos gaseaban las motos que pasaban.

El tipo, al ver que íbamos a comer en su local, nos hizo un trato diferencial. A todos los que van a comer les da el plato con la pizza y ya. Pero a nosotros nos preparó la mesa y acomodó las sillas para que nos fuera más fácil sentarnos (el local sólo tiene 2 mesas). Luego nos trajo las 2 pizzas (acá venden generalmente individuales) y nos deseó "bon appétit". Muy sofisticado.

Luego de esa vez, fuimos otra más y, al final, le dijimos que la pizza que preparaba era deliciosa, y le agradecimos. El tipo se alegró con nuestros comentarios, como quien después llega a su casa y le cuenta a su familia sobre lo acontecido. Claro, a partir de ahora su local tiene nivel internacional. 

La comida marroquí, en general, es sabrosa. Lo más tradicional es el Tajine, que es básicamente un guiso; y el cuscús, que consiste en cuscús cocido + verduras. Después, como en tantas partes del mundo, comen sándwiches y dürüm con carne y verduras. 

Lo único que no logramos disfrutar en términos gastronómicos, hasta el momento, es el queso. En general, es bastante medio pelo.

Para la bebida, la elección que más vimos entre los marroquíes es el té (sea desayuno, almuerzo o cena), aunque también hay mucha variedad de jugos exprimidos. 

En cuanto a lo dulce, lo más "exótico" son masitas rellenas con frutos secos triturados y bañados en almíbar. Después hay bizcochuelos, tortas, galletas, etc. 


Lo que sí nunca falta mientras comés en algún lado, son los gatos. Así es, generalmente vas a tener a un felino pidiéndote un bocado mientras almorzás o cenás. En las calles de Marrakech los ves revolviendo la basura, entrando en algún local, o simplemente durmiendo por ahí. La mayoría son amistosos pero, en general, sólo están buscando comida. 

Perros hay, pero muy pocos. 

Los otros animales que se ven en la calle son burros, todos llevando carretas. Casi siempre están escuálidos pero, honestamente, sé nada sobre este animal como para saber si están en su peso adecuado o no. De cualquier manera, su situación parece penosa. 

Pájaros hay, un montón, aunque casi siempre vemos al mismo. Es una especie de gorrión totalmente marrón y con pico amarillo, que se mete en la casa de Basma a ver si pesca alguna migaja perdida por ahí. 

Hemos visto más animales de Marrakech, particularmente en Jemaa el-Fna, pero sobre eso les contaré en otro texto. 


Todo esto se ve y se experimenta dando vueltas por Marrakech, pero luego toca volver a la casa de nuestra anfitriona, que está bastante lejos de la zona turística.

Y es a la noche donde las peores horas de los pasillos afloran. 


En la avenida previa a llegar, nos ofrecieron porro unas cuantas veces, pero siempre rechazamos. Está prohibido consumir en Marruecos, y hay penas de cárcel por esto. A veces te lo ofrendan hablándote al oído mientras caminás, diciendo "hash" o "porro", y otras simplemente a los gritos. 

Estos ofrecimientos son fáciles de eludir. El problema fue cuando nos dimos cuenta, después de varios días, que en la salida de nuestro pasillo hay un grupito de vendedores. Un par de veces nos siguieron por el pasillo, manteniendo la distancia suficiente como para que no los notáramos (pero igualmente los vimos). 

La actitud de estos muchachos es la de alguien que está en plan gángster, pensando que son los dueños de la calle. Al lado de las cosas que hemos experimentado en Argentina, parecen bastante amateurs. Y vale aclarar que nosotros no tuvimos ningún problema con ellos, más allá de que nos ofrecieran incesantemente fumar de su porro, y algún griterío en el idioma local que no logramos comprender.

A esa hora ya no hay niños en nuestros pasillos y, en cambio, se llena de dúos de señores que fuman porro a escondidas. No es peligroso en absoluto, pero sí genera un aura de sospecha constante en el corredor. De hecho, apenas nos ven, apagan sus cigarros y nos saludan con vergüenza. Andá a saber qué creen que pensamos de ellos por fumar porro. 

Y por último, hay un personaje que siempre está parado en medio del pasillo. No importa si es de mañana, tarde o noche, siempre está. Es un hombre muy alto y grandote. Cuando pasamos nos mira con desprecio, así que al final optamos por ignorarlo. 

Le preguntamos a Basma para ver si tenía conocimiento sobre todo este movimiento que ocurre en los pasillos. Intuimos que, viviendo ahí, sabría darnos contexto de quiénes son estas personas, y si sabía quiénes eran.

"No tengo idea de qué me estás hablando, es imposible conocer a todos en Marrakech", respondió, dándonos a entender que, o no sabe lo que pasa en los 100 metros de pasillo que sí o sí tiene que atravesar cada día para poder salir a comprar o hacer cualquier actividad, o que se está haciendo la boluda.

Basma es así, si tiene la oportunidad, te va a dar la menor cantidad de información posible. 

Por suerte, la cama es cómoda, aunque no se puede usar el living, y tampoco hay una mesa de trabajo en la habitación. La habitación es pequeña, y habitualmente es un freezer. Pasó en varias ocasiones que estábamos tapados hasta el cuello del frío y, cuando salíamos a la calle, hacían unos 20-25 grados. 

Al lado de nuestro cuarto hay una especie de mini terraza, desde la que se escucha al hermano de Basma tocar en la guitarra "House of the rising sun" continuamente. Más allá de cuando el chico está practicando (y cuando las mezquitas llaman a rezar), el silencio inunda el barrio.

Ni el escándalo de las motos ni la gente en la calle llega hasta donde estamos. 

Y esa paz se agradece en la caótica Marrakech.





















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