lunes, 27 de marzo de 2023

Deus Vult - Marrakech 4

Y un día decidimos escapar de Marrakech.

Podría contarles del día en que Basma nos ofreció té, aceptamos, y lo trajo recién al día siguiente; o también de la vez que tuvimos una cena romántica en nuestra pizzería amiga y, en medio del polvo, la gente y lo vehículos, dos tipos empezaron a agarrarse a piedrazos. 

Pero no hace falta hablar de esas cosas en profundidad, nada ayudarán a Marrakech en la imagen que nos impregnó.

Esa tarde armamos los bolsos, preparamos la ruta para salir de la medina, y así llegar lo antes posible a la estación de buses de la compañía CTM, que es la empresa de transportes del rey (mejor dicho, estatal). 

Atravesamos mil pasillos esquivando a todos los insoportables personajes que pululan por la ciudad y, luego de una hora de trekking urbano, llegamos a la terminal. 

El micro salía recién a las 8 de la mañana del día siguiente, pero llegamos la tarde-noche anterior porque queríamos evitar a toda costa salir de la medina de noche (estaba amaneciendo a eso de las 7:30). A priori, no pasa nada grave durante la madrugada, pero quisimos tomar el mayor recaudo posible.

Al darnos cuenta de que íbamos a tener que esperar como 11 horas en la terminal, salimos a buscar un hotel cerca para dormir en una cama.

En los alrededores de la terminal, abundan los hoteles de lujo, por lo que los precios eran delirantes. Sin embargo, encontramos un pequeño hostel que nos cobraba muchísimo menos por cabeza, y nos alojamos ahí. 

El tipo que atendía el hostel, previo a que yo fuera a buscar a Mariana a la terminal para avisarle que había conseguido alojamiento, me explicó que hombres y mujeres dormían separados, y que no haría excepciones. 

No nos gustó mucho la idea pero, entendiendo que estamos en un país musulmán, aceptamos las condiciones. Tampoco es que tuviéramos mejores opciones. 

Para pasar el tiempo hasta que fuéramos a dormir, nos quedamos mirando Succession en la sala de estar, donde nos vigilaba cuidadosamente un cuadro del rey. 

El hostel era enorme, y sólo había una persona además de nosotros. También tenía muchas reglas, a las que le saqué foto para poder contarles:


1. El acceso de los hombres a los dormitorios de mujeres no está permitido -dato curioso, no hay una regla en viceversa para esto-.

2. No se puede estar más de 3 noches, a menos que se arregle lo contrario.

3. Hay que levantarse de la cama a las 8 am, sin excepción.

4. La cama debe estar hecha cada mañana.

5. No molestes a tus amigos.

6. En caso que se le indique, debe realizar las tareas domésticas que el personal del hostel te indique.

7. Está prohibido no pagar.

8. Prohibido no cumplir la regla número 6. 


Había un montón de reglas más, pero la mayoría eran reiteraciones de las reglas previas. 


Luego de un capítulo y medio de Succession, fuimos a dormir cada uno a su cuarto. Sí, sólo éramos 3 personas en el hostel, pero las reglas hay que cumplirlas, ¿cierto? 


A la mañana siguiente, el muchacho del hostel nos dejó sin llave la puerta para que fuéramos a la terminal sin necesidad de que nos abriera y, una vez ahí, nos tomamos un café en CTM CAFFE, la cafetería oficial de la empresa.

Ahí recibimos una atención espectacular del camarero, y tomamos un café con leche horrendo acompañado por un croissant esponjoso por dentro y crocante por fuera. Antes de ir al micro fui al baño, y una señora que estaba en la puerta me dio una hoja de papel para limpiarme. Por alguna razón, supuse que era una empleada del CTM, pero no. Esta mujer estaba ahí dando una hoja de papel higiénico por persona a cambio de dinero. 

Como no había precio fijo, le di 1 dirham (para tomar dimensión, 2 cafés con leche y un croissant salieron 18 dirham). Y tal vez pifié, pero me pareció una propina aceptable por UNA hoja de papel. Al darle la moneda, la señora me miró enojada y me pidió más plata. Le dije que no, y por esa razón no me sacó la mirada de encima hasta que nos fuimos del café.


Como habrán notado a lo largo de estos textos, Marrakech está atrapada en esta dinámica horrenda donde muchas personas quieren esquilmarte, al punto en el que terminás sintiéndote ahogado de tanto ser acosado por estos personajes. 

Dan ganas de subirse a un dragón y llenar de fuego la ciudad al grito de "DEUS VULT".


Tras este lindo momento con la señora, y con bastante alegría, nos subimos al micro para ir a Essaouira. La pronunciación, si mal no entendí, es más parecida a "Essawira". 

La ruta que lleva a Essaouira está llena de tierra roja, el músculo de Marruecos que emerge a la superficie a lo largo del paisaje. De a ratos también hay desiertos, mayormente planicies interminables de tierra dorada, que vuelven a enrojecerse a medida que vas abandonando la infertilidad. 

Ya más cerca de Essaouira, aparece la vegetación. En general, según hemos visto, no hay árboles de gran altura (a excepción de las palmeras). 

Y es a partir de la aparición de la vegetación que vimos un espectáculo muy comentado por los turistas: Las cabras que se quedan paradas en los árboles. 

Aparentemente, grupos de unas 15-20 cabras suben a los árboles a buscar frutos y, ya que están, se quedan ahí arriba para descansar.

La imagen es algo graciosa, porque uno no puede evitar dejar de pensar que estos animales están fuera de lugar subiéndose al árbol. En general, están a unos metros de la ruta. 

Ahí pudimos ver bien el espectáculo, y noté algo que me llamó la atención: Las ramas de los árboles estaban emparchadas con maderas que hacían de puente entre una y otra, además de darle soporte a las cabras para que se pararan encima.

Por esta razón, me puse a googlear sobre qué sería esto, por qué las cabras estaban ahí y qué razón había para que necesitaran un soporte en un hábito aparentemente natural.

Según pude recopilar, es cierto que las cabras suben a los árboles para comer de sus frutos. Lo que no es cierto, es que es un comportamiento natural que se queden inmóviles subidas a las ramas. 

Esto lo hacen porque fueron entrenadas.

Resulta que en una época hubo una gran sequía, y los granjeros no tenían productos para vender, pero notaron una cosa: A los turistas les gustaba ver a las cabras en los árboles. 

Esto hizo pensar que, si lograban entrenarlas para que se quedaran ahí, podrían recibir dinero de los turistas para verlas y sacarse fotos con ellas. 


Y así lo hicieron. 


¿Cómo las entrenan?

Según leí, las suben a las ramas y, cuando bajan, las vuelven a subir una y otra vez. De esta manera, la cabra entiende que no hay caso en seguir bajando del árbol, y espera a que se le indique para hacerlo. 

Como íbamos en un micro de transporte y no de turismo, no frenamos para ver a las cabras. 


Al llegar a las puertas de Essaouira hay una vista panorámica de la ciudad, desde la que se ve la fortaleza de su medina y sus playas, dándote una cálida bienvenida. 

Cuando bajamos del bus, caminamos guiándonos por el Google Maps y, a las pocas cuadras un señor nos quiso ayudar, "voy para el centro, si me siguen van a llegar". 


Acostumbrados a Marrakech, lo rechazamos pensando que nos iba a pedir dinero. 


Resulta que el hombre realmente iba al centro, y que en Essaouira no se estila estafar como modo de vida. Yo, que soy recientemente oriundo de Marrakech, jamás me hubiera imaginado que estafar NO era una opción. 


Al llegar, fuimos a la casa de Isaac, nuestro host, y dejamos los bolsos. A Isaac no lo vimos porque estaba trabajando, pero nos dejó las llaves para entrar.

Luego salimos a caminar un ratito, y fuimos a la playa, donde la arena era muy suave. Frente a la ciudad hay una isla donde hay una vieja prisión y, si no vi mal, un faro. Actualmente, es una reserva de halcones. Es imponente y magnífica. 

A pesar de que constantemente la gente va y viene por la playa, podés sentarte a mirar el mar sin que te molesten durante bastante tiempo. 

Motivados por esta tranquilidad, caminamos hacia el puerto, y encontramos que había decenas de pescadores poniendo sus peces a la venta sobre mantas. El olor en el puerto es nauseabundo, y las gaviotas dan vueltas de a montones. 

Por la hora en la que llegamos, este corredor portuario estaba repleto de personas.

No nos gustan mucho las multitudes, así que nos retiramos de la zona, y disfrutamos un atardecer donde el sol se dejó ver completamente redondo. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario