sábado, 1 de agosto de 2020

El último día de invierno

Fue el último día helado del invierno, y el tuyo también. Volviste a casa con la nariz roja y tus zapatos espolvoreados con algo que quería ser nieve, pero no llegaba a mugre. Apenas entraste me dijiste algo como "ponete a estudiar o a hacer la tarea, no te quiero ver al pedo". La escuela había terminado hacía un mes.


Siempre fuiste un asco. ¿Qué vamos a inventar? El prototipo de macho duro, que maneja herramientas y toma de boludas a las mujeres y a masculinos más pequeños que él. Para mí, en general, los hombres son así. A veces cambian las herramientas por libros, pero el procedimiento es similar. ¿Será que no tuve la suerte de encontrarme con alguno que valiera la pena?

Bah, conocí chicos buenos pero, naturalmente, eran muy requeridos, y rara vez tenían tiempo para mí. Y es que a veces puedo ser demasiado demandante, y digo "a veces" sólo porque no es frecuente que alguien se fije en mí. Siempre me pregunto si son distraídos, o si en realidad les importo un carajo, como te pasaba a vos con nosotros.

Ojalá pudiera elegir la primera opción.

Quisiera ser más interesante para las personas, y no sentir que me pasan de largo como una pavada más en un bazar. ¿Me faltará belleza, voz, audacia o soltura? Lo más triste es que, si bien creo que me falta atención, no sé qué haría si me la brindaran.

Vivo con miedo de no gustarle a los demás. Y aunque haya personas que me digan que no es mi responsabilidad caerle bien al resto, no puedo evitar sentirme una basura si me desprecian.

Mi única certeza en este contexto es que todo esto es tu culpa.

Tu recuerdo me hace verte en todos lados: En la voz de algún amigo que se violenta cuando toma de más, en el acoso de mi hermana a su novio, en la bronca que siento por no ser la primera opción de nadie, o en las horas vacías de compañía que abundan en mi vida.

De alguna manera, regreso constantemente a tus escenas de odio, atravesando las paredes de la casa, y quebrándonos el sueño para siempre. Cada tanto me rozo la pierna con mis manos, sólo para corroborar que tus dedos ya no están ahí.

¿Cuántos pasos tengo que dar para salir de tu inmundo hogar? Quiero poder ser yo sin necesitar de la sonrisa ajena. Quiero tener cerca mío todo lo que me hace bien, y ser feliz porque ya no estás en este mundo, pero no sé cómo librarme de lo que me daña.

Día a día siento al dolor comerme las entrañas, y ya no sé cómo deshacerme de él sin morir en el intento.

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