domingo, 16 de agosto de 2020

Los '90

La vida era eso, y estaba muy bien. Dentro de todo, había razones para despertarse y seguir. Bah, eso creíamos... ¿No sería mucha autoestima para tan poco éxito?

Mi prima decía que el éxito era levantarse cada día sin querer morirse. Sí, estaba muy deprimida. Y tan poco "éxito" tuvo, que nunca logró matarse. Lo más lejos que llegó fue a un lavado de estómago y, para empeorar las cosas, hubo muy poco rating para tanto show.

Una vez, cuando niños, llamamos por teléfono para hacer bromas. Estaba con mis compañeros del colegio, y arrancamos con la guía de las Páginas Amarillas. Cuando llamábamos a un Norberto, le decíamos "mamerto"; si era un Antonio, lo jodíamos con "retoño"; si atendía Martita, andá a comer la "galletita". No éramos muy buenos en eso, de malos teníamos lo mismo que de maduros. Éramos lo más verde de la ingenuidad.


En una ocasión, nos tocó ir a una especie de jornada deportiva. Nos mezclaron a todos los compañeros del colegio, con gente de otro. Era una escuela medio rara aquella, ya que había varios chicos muy grandotes, y algunos hasta se veían bastante adultos. "¿Para qué quieren jugar con niños?", pensaba. En fin, hicimos algunas actividades, charlamos con los extraños, y luego fuimos a almorzar.

En eso, un amigo me susurró si me había "dado cuenta". "¿De qué?", le pregunté. "¿No lo notaste? Estos tipos son todos retrasados", lanzó.

Miré a mi alrededor, y empecé a ver cómo comían. Algunos lo hacían con bastante torpeza, como quien tiene sus habilidades motrices comprometidas, y se me hizo muy claro lo que mi compañero había dicho, hasta que otro (también de nuestra escuela) interrumpió en voz baja, y dijo: "¿Y qué importa eso?". Nos miramos entre los tres por un instante, y no mencionamos nada más al respecto.

Cuando volví a casa, le conté a mi mamá. Mi hermano (mayor) escuchó mi relato, y quiso dar su opinión. "Así que, ahora, juntan retrasados con gente normal. Déjense de joder, hay que matarlos a todos, sólo sirven como bolsas de órganos", decía, mientras miraba Olimpo - Huracán. Ese día hizo un gol Lujambio, que me caía bien porque era igual a nuestro plomero, igual, de fútbol no entiendo nada. Ah, sí, olvidé mencionarlo: Mi hermano siempre fue un imbécil.

Ahora trabaja en una empresa de Recursos Humanos, y a veces les manda mensajes por Whatsapp a chicas que se postulan, invitándolas a salir. Algunas le dicen que "sí" porque piensan que van a conseguir un empleo. La mayoría son chicas sencillas, que sólo buscan un laburo.

¿Qué decirles de él? Gasta mucha plata en fiestas, se compró un auto que ya está pensando en vender (no lo puede pagar), y siempre está hablando de "minitas". Una vez le pregunté a mamá por qué mi hermano era tan boludo. "No es boludo, es argentino", me contestó. Mi mamá era eslovaca.



¿Papá? No sé, no tengo idea. Lo vi una vez en una estación de tren, cuando era chico. Me dijo que cuidara a mi mamá, y le pregunté por qué no la cuidaba él. “Ella se puede cuidar sola”, replicó. No sé si era un feminista o un garca, aunque malo no parecía. Ojo, siempre la apoyó económicamente, pero no tengo otro registro de él, más que de esa vez. Nunca entendí si no estaba porque mi madre no lo quería cerca, o porque él simplemente estaba muy lejos.

Eran más o menos las cuatro de la tarde aquel día. El sol brillaba con cariño, ya volviéndose un poco anaranjado. Papá me miró y me quiso regalar un rosario, y me preguntó si creía en Dios. “¿Qué es Dios?”, repregunté, con absoluta sinceridad. “Dios es y está en todo, hijo”, explicó, haciendo escala técnica en ningún lado. No acoté nada al respecto, pero él igual me regaló el rosario, que hoy guardo en un cajón, como tantas otras cosas que sólo fueron reales una vez.

Me saludó cuando el tren estuvo por llegar y, al subir, siguió despidiéndose con su mano a través de la ventana. El tren se fue, en dirección al oeste.
Lentamente, volví caminando al costado de la vía. No me sentía muy bien.

¿Por qué yo no tenía un papá en casa? A mí no me interesaba el fútbol, pero no me hubiera molestado jugar a la pelota con un padre. Uno mío, no de otro. Los padres de mis amigos no me querían, sólo jugaban por compromiso. ¿Acaso mi papá me quería, o nos vimos esa vez por compromiso? Nunca voy a poder tirar mi rosario, ni tampoco dejar de relacionar a Dios con mi papá porque, en mi mente, son bastante parecidos: No estoy seguro que ninguno de los dos exista.

Y sí, la vida era eso en aquel entonces pero, pensándolo mejor, no sé si estaba muy bien.




2 comentarios: