martes, 11 de abril de 2023

Oualidia, la experiencia 100% marroquí

Tras pasar una semana en Essaouira, salimos para Oualidia.

Primero fuimos a la terminal del CTM, donde compramos un boleto extra para nuestras mochilas de bodega. Acá hacen como en los aviones, donde le ponés una etiqueta al bolso. De esta manera, los que las sacan en cada terminal saben si tienen que bajarlas o no.

El camino está lleno de paisajes preciosos otra vez: Sierras, prados verdes, colinas, valles de tierra roja, y pueblos cada tanto. 

Al llegar a Oualidia, bajamos del micro y caminamos en línea recta a nuestro alojamiento. Allí nos recibió Tariq, que se puso muy contento al darse cuenta de que éramos argentinos. Nos dijo que amaba a Messi y que es mejor jugador que Maradona, aunque aseguró que este último era mucho más interesante en cuanto a personalidad. 

Apenas nos acomodamos, salimos a buscar un lugar para comer, y terminamos en un local cuyo dueño era un tipo igual a Chilavert. Además, estaba el chico de cocina, que hablaba algo de inglés.

Pedimos sólo dos sándwiches pero, al ver que éramos turistas, nos quisieron agasajar y prepararon la mesa con una ensalada, y luego cortaron los sándwiches a la mitad para ponerlos en forma de corazón.

Tras la comida, nos quedamos charlando sobre el pueblo. 


Oualidia es un pueblito emplazado sobre la costa del Atlántico, y se caracteriza por ser un destino popular entre surfistas, debido a sus olas. Lo mismo dicen de Essaouira, aunque las olas parecen más brutales acá. Además del surf, la otra actividad que se realiza es andar en cuatriciclo. 

Al parecer, vienen pocos turistas extranjeros, sobre todo en la época en la que fuimos, que era temporada baja. 

La gente acá se dedica, en general, a la cría de animales. Dando vueltas por el pueblo se ven gallinas y ovejas, aunque también cabras y alguna que otra vaca. 


La playa en Oualidia está lejos y hacia abajo, ya que el pueblo reposa sobre unos acantilados, desde los cuales se tiene una vista extraordinaria. 


La sensación que tenemos en esta ciudad es la de ser bichos raros, ya que todos, absolutamente todos, nos miran. La mirada acá es menos descarada que en otros lugares que hemos estado. Es más una mirada de sincera curiosidad y no tanto de impunidad. 


En nuestra primera salida a la playa, un chico que iba caminando nos frenó y nos dijo algo que no entendimos. Luego realizó un gesto como de manejar, y le dijimos que "no, gracias", a lo que nos miró con frustración, y entonces sacó su celular para mostrarnos la foto de un cuatriciclo. 

Le dijimos que no habíamos hecho y, para cambiar de tema, le preguntamos su nombre. "Pilel", respondió, y respondimos con nuestros nombres. 


Nos dio la mano a cada uno, y se fue sonriendo. 


Pasado este encuentro, paramos en un almacén para comprar agua para el camino, y el chico que nos atendió estaba terriblemente feliz. Se llama Abdull o Abdulla, y nos fue ayudando a aprender algunas palabras:


Pan: Jobs.

Té: Dthé.

Adiós: Beslama.


También nos enseñó otras palabras pero, honestamente, ya no las recuerdo. 


Ya con el agua en mano, fuimos hacia la playa y, en el camino, nos encontramos con varios tipos mirando con cara seductora mientras agitaban un manojo de llaves. Al pasar cerca de uno de ellos, nos dijo algo que no entendimos, ante lo que usamos nuestra carta maestra nuevamente: "La, shukram".


Tras pensar un rato, concluimos en que esta gente ofrece departamentos o habitaciones. Nuestra idea inicial fue que ofrecían autos, pero la modificamos al ver que también le ofrecían llaves a los automovilistas.


Rato después, llegamos a la rotonda principal de la avenida, y vimos un par de mendigos. Nos pareció raro porque, al menos en Argentina, los mendigos suelen encontrarse en grandes aglomeraciones urbanas, y no en pequeños pueblos. 


Hasta este punto, Oualidia es un asentamiento marroquí normal: Edificios de 2 o 3 pisos hechos en serie, puestos rodantes, gatos por doquier, y poco mantenimiento estético tanto de residencias como comercios. 

Sin embargo, pasando la rotonda, se llega a un barrio muy distinto, con casas que parecen hechas ayer, una avenida con un boulevard de palmeras, y negocios con carteles en inglés y de aspecto moderno. 

Claro, habíamos llegado a la parte turística. 


Oualidia tiene 2 playas, una externa que da al Atlántico directamente, y otra más pequeña que da a una especie de bahía interna, que es mucho menos profunda y se alimenta también del océano, a través de un pasaje entre las rocas que cubren la costa. 


Primero fuimos a la externa, y pasó lo esperable: Varios vendedores y mendigos nos quisieron agarrar en el camino. 


Ya con training, no fue difícil esquivarlos. 


Lo único nuevo fue que, en un momento, me distraje y Mariana siguió caminando por su cuenta. En general, vamos siempre a la par, pero en ese instante que se separó, se le acercó un marroquí a querer seducirla. 


En gran parte de Marruecos, los géneros están bastante separados entre sí. El mercado laboral está compuesto casi en su totalidad por hombres, y las mujeres tienen papeles sociales relacionados al cuidado de la familia y la casa. A las mujeres, en general, se las ve con más frecuencia dando vueltas por la calle a la noche, o comprando en ferias. 


La interacción directa y prolongada más habitual entre sexos es dentro del ámbito familiar. 


De hecho, hasta es raro ver parejas. En general, se las puede observar con más facilidad en grandes ciudades y a la noche, pero siguen siendo minoría en comparación con los grupos familiares o de amigos que dan vuelta por doquier. Algo muy habitual también es ver, en cafeterías, toneladas de hombres solos tomando café en mesas individuales.


La seducción de este marroquí hacia Mariana, lamentablemente para él, no funcionó, y ella lo despachó. Pero esto no sería el fin de la incomodidad porque, tras esta situación, se nos acercó otro convoy de vendedores más, y ahí fue cuando nos hartamos y enfilamos hacia la playa interna. 

Ahí sólo había barcos que te llevan de un punto a otro en la bahía, pero ningún vendedor. Sí, los barcos te gritan para que subas, pero con un gesto ya basta para que no te insistan, no tan son pesados. 


El agua de esta playa está fría, pero se aguanta bien si vas un día de sol. En su interior dan vueltas varios peces liebre, y también se ven muchos que están muertos sobre la arena. 


Cuando hay marea baja, esta bahía interna desaparece y se puede caminar. De alguna manera, da la impresión de que estás en el desierto. 


Frente a la bahía hay una base militar, cuyos soldados son bastante amables cuando los saludás, pero ni se te ocurra sacar una foto, porque se van a enojar. No se enojaron con nosotros, pero sí con otra gente que estaba por ahí fotografiando. 


Luego del paseito, compramos verduras y volvimos a lo de Tariq, en donde estaríamos sólo una semana.


El resto del tiempo lo pasamos en otro departamento, que estaba enfrente de una mezquita. Esto es pintoresco por un lado, y un poco de molesto por el otro.


Desde la mezquita llaman por altavoz cinco veces al rezo y, como oran con la puerta abierta, se escuchaba todo desde el departamento.


A mí me parece pintoresco y hasta me gusta estar contemplando una tradición así. El único problema viene a las 5 de la mañana, cuando se llama al rezo de una manera muy agresiva. Los llamados, en general, son cantados, pero el de la madrugada parece una alarma del fin del mundo.


Nosotros madrugamos, generalmente a las 8:30 ya estamos desayunando, pero las 5 de la mañana es demasiado temprano, más que nada porque seguimos trabajando con horarios de Argentina, y nos deja un poco a contramano ya que a esa hora en nuestro país es de madrugada y no siempre hay tanto para hacer (a veces dependemos de ir tanteando cosas en vivo). 


En este pueblo fue la primera vez que vi tanta gente yendo a la mezquita. Esto puede ser porque en otros lugares donde estuvimos había más mezquitas y menos concentración de gente en cada una; o porque acá en el pueblo hay más devoción religiosa.


Para dar contexto, en Oualidia es prácticamente imposible ver mujeres sin velo y vestido, y los hombres suelen vestirse con el Maroc starter pack, que implican joggins y camperita deportiva o remera/camiseta manga larga. En los hombres de más de 50-60, se estila usar traje y un sweater debajo, junto con pantalones formales y zapatos. 


Oualidia es un lugar ideal para relajarse, disminuir el ritmo, y simplemente disfrutar de hacer una vida normal, pero estando en otro país.


Y así lo hicimos. Fue una estadía tranquila donde pudimos retomar hábitos que nos gustan mucho, que tienen que ver con poder usar la casa a nuestro gusto (cocinar, por ejemplo). Extrañábamos esa posibilidad, y la aprovechamos. 


Aprovechamos también para sentir la experiencia marroquí al 100%, ya que acá hay muy pocas cosas pensadas para turistas y, por ende, todo es más auténtico. 


A menudo nos encontramos con la alegría e incredulidad de los locales, que no entendían mucho por qué visitábamos Oualidia viniendo desde tan lejos, pero se sentían agradecidos de que estuviéramos ahí. Las charlas fueron difíciles de llevar porque nadie habla idiomas que no sean francés o dariya, y cada interacción fue atropellada, pero igualmente nos entendimos. 


Y aunque a veces no nos hayamos entendido, es reconfortante ver cómo un marroquí lo da todo para hacerse entender. Me parece una señal de respeto, y nosotros tratamos de demostrarles lo mismo.






 


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