martes, 19 de abril de 2016

Ástrid - Parte 1



Ástrid





Escrito por 
Tomás Bitocchi







¿Quién es Ástrid?


Conocí a una chica por Internet.
Vive sola en un monoambiente en Capital, trabaja 8-9 horas por día, fuma menos de un atado por día y se toca el pelo con frecuencia. No sé si está teñida o si realmente su pelo es así de oscuro, pero me parece que le queda muy bonito. Su nombre es Ástrid.




Pasaron muchos meses de charlar online hasta que nos juntamos. Yo le había dicho de vernos dos veces antes de esta ocasión, pero siempre ignoró la sugerencia.

Ástrid debe medir un poco más de 1,73. Usa zapatillas, jeans, y una camisa. Su rostro no encaja para nada en los éstandares de belleza publicitarios, y está lejos de ser delgada. A mí no me importa, porque intento leer su mirada. Tiene esa impresión en los ojos que te da la experiencia o, mejor dicho, las malas experiencias. Ástrid sufrió, pero no sé por qué.

Nunca me habla de su familia, más que en términos de recuerdos, y tampoco de sus amigos. Creo que su vida carece de los dos. Ayer la fui a buscar al trabajo, y estuvimos un rato en la plaza. Ahí le pregunté por ellos:

-¿Qué querés saber? -me dijo.
-Si tenés padre, madre, hermanos... no sé -le contesté.
-Mi mamá se suicidó hace dos años, en el último año de mi carrera. Mi papá está preso por un fraude que hizo con una empresa, nunca lo fui a visitar.
-¿Y hermanos?
-Uno, un par de años más chico. Vive en Dinamarca, está en algo de sistemas. No sé muy bien.
-¿Y el resto de tu familia?
-¿Qué resto? -replicó, como sorprendida.
-Nada, quizás tenías primos o algo.
-No, no tengo.
-Bueno... ¿y tus amigos?
-Hace años no los tengo.
-¿Por qué?
-No se dio.
-¿Por qué dejaste de tenerlos?
-Porque me cansé de ceder. No me gusta hacerlo.

La miré sorprendido, ¿a qué se refería?

-¿Ceder? -atiné.
-Sí. Bancarme cosas que no quiero. Reclamos, planteos pelotudos, gente que se obsesiona con vos, gente que quiere vivir tu vida, gente que quiere vivas la suya.
-La amistad es eso también…
-Lo sé. Por eso abandoné a los amigos que tenía.
-¿Quedó alguno?
-En la facultad tenía un amigo. Lo atropelló un colectivo.
-¿Murió?
-Sí.
-Lo lamento mucho.
-Ya está, pasó mucho tiempo.
-¿Amigas tenías?
-La última que tuve venía todos los días con el mismo problema. Tenía 30 años y se quejaba porque un tipo no le daba bola, porque tal estaba casado, o porque su mamá le preguntaba muy seguido por qué no tenía ni siquiera novio. ¿A vos te parece fumarme eso? Yo no quiero vivir con gente así, quiero vivir con personas del mundo, no ensimismados.
-¿Qué son las personas del mundo?
-Las que no les importa hablar de sí mismos, sino de lo que existe a su alrededor.
-Pero… vos estás hablando de vos ahora.
-Porque vos querés saber. ¿Preferís que no te cuente?
-No, todo bien, entiendo a qué te referís.
-¿Por qué querés saber estas cosas? -dijo mientras se prendía un cigarrillo.
-Es que sos un poco rara.
-¿Rara?
-Sí. No sé, no salís de joda, no tenés amigos ni familia. Nunca conocí a una chica así.
-Y no, generalmente vas a conocer gente más parecida a vos, uno se junta con los afines.
-Pero yo siento afinidad por vos.
-Bueno, quizás estés en transición.
-¿Será así?
-No lo sé.
-Bueno pero… igual, ¿qué hacés de tu vida en el día a día?
-Trabajo, lo sabés.
-¿Y después del trabajo?
-Me gusta leer, tomar café, estar en la compu, escuchar música.
-¿Y nada más?
-Ahora estaba pensando en tener un gatito, pero me preocupa que el animalito la pase todo el día en la casa sin compañía, y no me gusta darle ese tipo de rutina a otro ser vivo.
-Pero, ¿no es lo que hacés vos? ¿Pasar todo el día en casa sin compañía?
-Sí, pero yo tengo herramientas de entretenimiento, el gato tiene mayores limitaciones. Si le doy una computadora al animal, le dará un par de vueltas alrededor, quizás la arañe, pero más que eso no puede hacer. ¿Entendés a lo que voy?
-Su inteligencia no le permite divertirse…
-No digo que no le permita divertirse. Sólo que tiene menos recursos.
-Te entiendo.
-¿Qué pasa? ¿Por qué quisiste que nos juntáramos? -consultó, dando otra pitada a su cigarro.
-Es que no me cerraban esas cosas, lo de tus amigos y familia.
-¿Qué conclusión sacaste de esta charla?
-Que evidentemente no sé un carajo de vos -le contesté, y sonrió. 

Nunca la había visto reír ni sonreír, sus dientes para mí eran un misterio, no había ni una foto exhibiéndolos 

-Nunca te vi sonreír… -acoté, naturalmente, tras mi obvio gesto de sorpresa.
-No sonrío mucho.
-¿No tenés razones para hacerlo?
-Quizás vos seas una... -propuso y, tras otra pitada, se despidió- Me tengo que ir, hablamos.

Sin darme tiempo a saludar, me encajó un beso en la mejilla, y se fue caminando a paso acelerado, como si tuviera algún apuro. Aproximadamente media hora después, le mandé un mensaje diciéndole que me hubiera gustado irme con ella a su casa. No me contestó, ni ayer ni hoy.



PARTE 2 https://www.tomasbitocchi.com/2016/04/astrid-parte-2.html









6 comentarios:

  1. Me siento bastante identificada con ella, es una persona real?

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  2. Tal vez esa sea yo en unos años.

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  3. Tal vez esa sea yo en unos años.

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  4. Wow... Haces que se sienta uno identificado con el personaje, eres real.

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  5. Oh vaya... primera vez que encuentro un libro con un personaje que aparte de que compartimos nombre, También la descripción física se parece... (Altura y color de pelo) es raro, Voy a seguir leyendo solo por eso xd

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