martes, 19 de abril de 2016

Ástrid - Parte 6

¡Mirá las preguntas que hacés!


Quedarme sin respuestas fue lo peor que pudo pasarme frente a Ástrid. Sentí que me pasó por arriba con sus palabras pero, independientemente de las formas, su argumento era muy sólido: ¿Por qué pasaría tiempo conmigo, si yo efectivamente no la entiendo?



Preferí no molestarla más, y seguir con mi vida. Por eso, la noche siguiente salí con una amiga de Sabrina (una compañera del laburo) con la que veníamos chateando hace un mes. 






Quedamos 18:30, pero ella llegó 18:52.


-¿Qué pasó? Te demoraste... -le dije.

-Sí, ¿no dijimos a las siete? -contestó.
-No, seis y media.
-Uh, bajón, ¡te hice esperar un montón!
-No importa. ¿Vamos?
-¡Dale!
Llegamos al bar, y me pedí una cerveza. Ella, un trago.
-¿Cómo te fue hoy? -pregunté.
-Un embole, la verdad que vivo al pedo en el laburo -respondió, mientras miraba su celular- ¿Vos? ¿Todo bien?
-Sí, medio bajoneado igual. Hoy estuve rindiendo re mal, no se me cayó una idea…
-Uh, qué mal -continuó, todavía mirando su celular- A veces pasa.
-¿Por qué creés que pasa?
-¿Qué cosa? -consultó, aún con el teléfono en mano.
-No tener inspiración. No poder pensar. Quedarte atrapado en la falta de ideas.
-Ah… ni idea, son días malos, qué sé yo. Che, me dijo Sabri que están laburando con una re marca ahora, ¿no? -dijo, finalmente sacando sus ojos del celular.
-¿Te dijo cuál es?
-Me dijo que es una gaseosa re, pero re importante. Así que ya me imagino cuál es… ja ja.
-¡Sí! Bueno, la verdad es que se viene complicado, porque nos dijeron que necesitan impacto inmediato, y que apuntan a algo que llame la atención en las redes sociales.
-Ah, mirá vos, che. Bueno, poneme unos cuantos chicos lindos en la publi, ¿dale? Ja ja, que a nosotras también nos gusta ver muchachos musculosos.
-¿Nosotras? -pregunté.
-Sí, nosotras las mujeres.
-¿Vos creés que todas las mujeres responden a los mismos estímulos?
-¿Qué estímulos?
-“Chicos lindos”, como decís vos.
-Y obvio, ¿qué te pensás? ¿Qué sólo los hombres se divierten mirando minas? ¡Nosotros nos hacemos un festín fichándolos a ustedes! Ja ja.
-Claro, pero me refiero a que… No sé, a ver, ¿todas las mujeres se interesan por esas cosas? ¿No creés que haya algunas que no les presten atención a los “chicos lindos”? 
-Nah, somos de carne y hueso, nene. A todas nos gustan los potros. 
-¿No creés que haya personas que tengan otra noción de belleza, distinta a las de las publicidades?
-No, yo creo que hay personas que se conforman con poco. Por ejemplo, esas minas que se casan con un gordito con un trabajo mediocre, que andan toda su vida en colectivo, que alquilan un departamento de mierda, y después te quieren vender que son felices.
-¿Qué es la felicidad?
-Poder hacer todo lo que querés, ¿no? Bah… ¡Qué sé yo, nene! ¡Mirá las preguntas que hacés!
-Pero es necesario hacernos esas preguntas, si no siempre seguimos lo que está impuesto, y lo que nos imponen no siempre es lo que queremos.
-Sí que lo es. 
-¿Cómo?
-A ver, ¿te gustaría tener una mansión?
-Sí.
-¿Te gustaría poder viajar a la playa cada vez que tuvieras ganas?
-Sí.
-¿Te gustaría tener un avión propio?
-No sé manejar aviones.
-¿Y si tuvieras piloto?
-Sí.
-Bueno, ya ves, lo que nos “imponen”, como decís, es lo que queremos. Necesitamos tener esas cosas para sentirnos completos porque, si no, ¿para qué trabajamos? La idea es laburar para tener esas cosas. 
-Pero muchos trabajos de hoy funcionan para mantener la hegemonía de las grandes compañías, o muchos son de servicios. No es que laburamos de cosas productivas, que ayudan a progresar a la sociedad o, en su defecto, nos mantienen a flote. Bah, no sé, ¿vos pensás que es así?
-¿Eh? -me dijo, con gesto de mega sorpresa.
-Nada, no importa -repliqué, resignado.
-No eras tan raro por chat… ja ja.
-¡No soy raro! 
-Sí que lo sos, ¡mirá las preguntas que hacés, y las cosas que decís!  ¿Dónde está el pibe divertido que me invitó a salir?





Apenas terminó de hacer la pregunta, me sentí perdido. ¿Qué significaba lo que me acababa de decir? Tenía razón, yo no soy de hacer tantas preguntas, pero algo se había destapado en mí. 

Me vi obligado a entender cosas que nunca me había cuestionado, y ahora necesitaba replicar ese descubrimiento con los demás. Para calmarme, le dije que tenía que ir al baño, y que enseguida volvería.

Una vez frente al espejo, me mojé la cara, y me hablé en voz alta. 


“¿Qué te pasa? Vos no sos así, hacela reír, divertila, no hagas planteos pelotudos”, dije, y sostuve mi mirada con la de mi reflejo, pero perdí. Perdí conmigo mismo porque, lamentablemente, estaba en transición. Por eso, confundido, agarré mi celular, y le mandé un mensaje a Ástrid con lo primero que se me ocurrió: “Te extraño”. 

Increíblemente, respondió a los segundos: “¿Tan rápido? Nos vimos ayer”.

-Sí, igual te extraño -contesté.

-¿No entendiste que no quiero que nos veamos más? -escribió ella, varios minutos después, a pesar de su rapidez inicial.
-Quiero entender por qué huís.
-Yo no huyo -aseguró, también, varios minutos más tarde.
-Sí que lo hacés. Todo el tiempo. 
-¿Por qué me hablaste de vuelta? Si te dije que no quiero saber nada -tipeó, nuevamente, con mucha demora.
-¿Y por qué no me bloqueaste, si no querías saber nada más conmigo?

Esperé, con mucha ansiedad, alrededor de cinco minutos para ver qué me decía, pero no volvió a escribirme. Al percatarme de cuánto había estado en el baño, bajé casi corriendo para volver con mi cita, que ya llevaba esperando mi regreso un rato largo.


-Tardaste un montón -me dijo la chica, medio ofuscada.

-Sí, es que había mucha gente. 
-Mentira, no entró nadie mientras estabas -replicó.
-Perdón, es que ando mal del estómago -reculé, inútilmente.
-Bueno, muy lindo todo pero me tengo que ir, unas amigas van a ir a un bar que se re pone, y me junto con ellas. 
-Está bien, ¿pido la cuenta?
-No, ya la pedí yo. Ahora te la traen y pagás. Me tengo que ir -sentenció, tras lo que tomó su cartera, se levantó y, con un leve gesto con la mano, se despidió.





Más tarde llegó la camarera y le pagué, pero también le pedí otra cerveza. Tenía ganas de quedarme un rato más en el bar.

Mientras le daba sorbos a mi bebida, me enviaba mensajes con algunos amigos míos pero, sobre todo, revisaba una y otra vez la conversación con Ástrid. Repasaba cada una de sus respuestas, como buscando algún mensaje entre líneas, alguna idea oculta que no hubiera podido descifrar hasta el momento. Pero no, no pude encontrar nada nuevo.

Media hora después, me escribió:


-No te puedo bloquear.

-¿Por qué no? -contesté, rapidísimo.
-Porque no sos malo, pero necesito que entiendas que no tenemos nada que ver entre los dos. Ya te lo dije ayer.
-Acabo de verme con una chica -apuré, cambiándole de tema.
-¿Y cómo te fue? -preguntó Ástrid.
-Mal. 
-¿Por qué? 
-Porque todo el tiempo esperé que fuera como vos.
-¿Y no lo fue?
-No. No sólo eso, sino que le hacía preguntas y me contestaba cualquier cosa…
-¿Qué le preguntaste?
-Qué era la felicidad.
-¿Y qué te dijo?
-“¡Qué sé yo, nene! ¡Mirá las preguntas que hacés!”.
-Jajaja, ¿de dónde sacaste a este ejemplar?
-Es amiga de una compañera de laburo.
-Pero no tenés que intentar hacer preguntas de ese tipo con esa gente. Sólo vas a encontrar frustración.
-¿Y qué tengo que preguntarte a vos para que quieras pasar tiempo conmigo?
-¡Qué sé yo, nene! ¡Mirá las preguntas que hacés!
-Jajaja, sos tremenda.
-Soy “rara” como dijiste vos.
-También dije que eras especial, y creo que esa es la definición que mejor te queda.
-¿Y qué diferencia hay?
-Los raros incomodan, los especiales te fascinan.
-¿Yo te fascino?
-Pensé que era obvio.
-Muchas obviedades ignoradas pueden derivar en un gran error.
-¿Nosotros somos un error? 
-Pensé que era obvio. 
-Jaja.
-No era chiste.
-Ya sé. ¿Te puedo volver a ver?
-¿Estás seguro que querés eso?
-Sí, muy seguro.
-¿Qué te hace sentir seguro?
-Es que... creo que empiezo a entenderte.
-Está bien. ¿Dónde querés que nos veamos?
-Donde quieras.
-Bueno. Mañana temprano te aviso cualquier cosa. Ahora me voy a dormir. 
-Besos, Ástrid.
-Hasta mañana.




PARTE 7 https://www.tomasbitocchi.com/2016/04/astrid-parte-8.html





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