viernes, 24 de enero de 2020

Había una vez

A veces voy escuchando música mientras viajo, y me asalta algún recuerdo tuyo. Nunca son buenos, no puedo recordar nada bueno de nosotros. No sé si es mi mente cuidándome de querer volver a verte, o si realmente no quedó nada lindo para rememorar.

Pero algo cambió ayer, cuando iba en el bondi y empezó a sonar en la radio una de tus canciones favoritas, y de repente llegaron otros recuerdos, que tampoco eran buenos, pero me tocaron diferente.

Nos vi tomando un mate. Vos hacías un comentario sobre algún tema que te interesaba, y yo respondía con desdén. Tu rostro, lentamente, se iba llenando de tristeza, como quien se siente completamente solo en este mundo.


Y así fue como, mientras viajaba en el colectivo, se me partió el corazón.

¿Pero acaso tratarnos así no era lo esperable? Si en nuestra puerta hace rato colgaba un cartel de "Game over", pero ninguno de los dos se animó a leerlo en voz alta.
Nos ocupamos de romper todo con los ojos bien abiertos, mientras las lágrimas caían sobre los escombros.

Aun así al final, contra todo pronóstico (y en nuestro mayor gesto de amor), nos sinceramos, nos disculpamos, y pudimos hacer las paces. Pero la paz sólo llega cuando ya está todo en ruinas. El daño estaba hecho, y nuestro último abrazo ya apestaba a un incendio que se apagó sólo porque no hubo nada más que quemar.

Por suerte, ninguno de los dos tiró sal sobre la tierra, y ahora estamos mejor. Tal vez, si nos volviéramos a ver, yo te siga pareciendo el mismo de siempre, y te aburra mi voz pero, querida, alegrate, porque el mundo sigue girando, aun sin nuestro amor.


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