miércoles, 4 de mayo de 2016

Ástrid - Parte 10

El coraje de la resignación


Apenas Ástrid se alejó unos metros, atiné a susurrar su nombre, pero no me salió la voz. Tenía una mezcla de emoción y confusión. Sí, nos dimos un beso, pero algo había fallado.


Volví al departamento con una fuerte sensación de inseguridad, y mis amigos lo notaron. El grupo que abandoné para escoltar a Ástrid hasta la entrada del edificio ya se había disgregado, así que me quedé con mis amigos más cercanos en la cocina.




-¿Y? ¿Pasó algo con la mina esta? -preguntó Nacho, mientras me convidaba una bebida.
-No, nada, la saludé, nada más -contesté.
-No mientas, boludo, ¿te la comiste? -insistió Diego.
-Un beso, nada más -lamenté.
-¿Y qué más querías, boludazo? Estás en la calle, no en un telo -continuó Diego.
-No es eso, es que… ni bola la mina -conté, ya un poco perdido entre trago y trago.
-¿Cómo que “ni bola”? Te dio un beso… -consoló Nacho.
-Ni siquiera hubo lengua en el beso… y encima me dijo “Feliz cumpleaños” antes de irse, mirándome con cara rara -expliqué.
-No seas salame -calmó Diego- Te dijo eso porque es tu cumpleaños, no te hagas la cabeza, y si te miró raro debe ser porque es mina.
-¿A qué te referís? -indagué.
-Que las minitas tienen esas cosas, te tiran miradas, movimientos, y un montón de cosas para confundirte, pero lo hacen porque son así, lo llevan en los genes, boludo. Por ahí a la flaca le re gustás, pero te hace este teatro para volverte loco.
-¿Vos decís que es así? -preguntó Nacho.
-Sí, no me cabe duda. Más por cómo es la piba esta. Callada, con pinta de rara, medio feucha (sin ofender, eh)… imaginate que, ahora que vio que le das bola, querrá engancharte a full, cosa de que no te vayas con otra -detalló Diego.
-Es buena esa, eh -contestó Nacho, mirándome mientras asentía con la cabeza. Entonces, Martín entró a la cocina.
-Epa… ¿Qué onda esa cara? -me preguntó.
-Nada, Ástrid lo tiene medio bajoneado, pero ya le explicamos que le da vueltas para calentarlo… ja ja -bromeó Diego.
-Ah… -dijo Martín, que reflexionó unos segundos, y volvió a hablarme- ¿En serio te gusta esa mina?
-No quiero hablar más de eso -contesté.
-Bueno, no hay drama, estamos acá para festejar tu cumple, no para bajonearte, ¿no? -agregó Martín, mientras me tocaba el hombro con camaradería- Mirá, acá hay un montón de flacas que están buenísimas, ¿por qué no vas y la pasás bien con alguna?
-Yo ya te hice gancho con un par -dijo Diego, al pasar.
-¿Y a mí me hiciste la segunda con alguna? -preguntó Nacho.
-No, boludo, ¡si vos no cumplís años! -replicó Diego.
-Bueno, ahora subo la música así se ponen y bailamos todos -completó Martín, que le dio un sorbo a un vaso que estaba en la mesada, y fue a subir el volumen.


Pocos minutos después, la mayoría de los invitados ya estaba moviéndose al ritmo de la música, aunque supongo que era más por el estímulo de la incalculable cantidad de alcohol que tenía Martín en el departamento, que por las ganas de bailar.


Nos acercamos a mis compañeras de trabajo y sus amigas, y empezamos a movernos junto a ellas. Minutos después, Diego se arrimó a una de mis compañeras, y le susurró algo al oído. Ella le respondió con una sonrisa, pero haciendo una seña negativa con su dedo índice, aunque después le dijo algo. Entonces, Diego se me acercó:


-Che, la piba esta me dijo que te quiere morfar a dos manos, pero que no tira meterse con vos porque son compañeros de laburo.
-¿Me habías hecho onda con esa? -pregunté, tambaleando un poco.
-Sí, pero bueno, no me había dicho esto antes. Igual, me dijo que su amiga también te tiene ganas, y además está medio en pedo. Fijate, la tenés fácil.
-¿Entonces?
-A vos te tengo que preguntar eso, boludo, ¿entonces? ¿Te hago gancho con la amiga o no?


Lo pensé un instante, y terminé diciéndole que sí.


Diego se acercó a mi compañera, y volvió a susurrarle al oído. Ella le guiñó el ojo, y se puso a bailar cara a cara con su amiga, tras lo que le hizo una seña a Diego (con mucho disimulo) y entonces él me tomó del brazo.
Nos acercamos a las dos, y bailamos. Primero los cuatro juntos, y después en “parejas”. Al rato se me acercó Martín, que simplemente pasó al lado mío para decirme “Si te da bola, podés usar la habitación de la izquierda. Tenés forros en el cajón”, y se fue.


Breves instantes más tarde, todavía bailando, besé a la chica, que estaba un poco acelerada. Me pasaba sus manos por todo el cuerpo con gran velocidad. Yo hice lo mismo, y luego le di la mano y la escolté hasta la habitación.


Cuando la puerta se cerró, la música pasó a un segundo plano, y ahora estábamos los dos en la cama. Ella parecía querer ir directo al grano, pero no teníamos suerte:


-¿Qué pasa? -preguntó.
-¿Por qué lo decís? -repliqué.
-No se te para… ¿Estoy haciendo algo mal?
-No, perdoná, es que estoy bastante en pedo ya… -expliqué.
-Tenés carita de triste… -dijo, haciendo una pausa en su ímpetu, y acariciando mi mejilla.
-Estoy confundido, no sé si triste.
-¿Qué pasó?
-Hoy besé a una chica que creo que me gusta, y parece que el sentimiento no es mutuo.
-¿No le gustás?
-Creo que no.
-Ay, ¿era esa chica vestida de negro con la que te jodían tus amigos cuando estábamos en el balcón?
-Sí…
-¿Y no te dio bola?
-No.
-Pero no te pongas mal por ella, se le nota a veinte kilómetros que es una frígida. Además, vos estás demasiado bueno como para andar con una mina así. Bombón.
-Gracias -atiné a responder.
-¿Querés que te ayude a distraerte? -dijo, con tono sensual.
-¿Cómo?
-Quedate acostado, dejame todo a mí.


La chica empezó a hacer un baile sobre mí, mientras se sacaba la ropa y se apretaba el pecho. Luego me hizo sexo oral.
Efectivamente, funcionó: tuvimos relaciones, y luego nos quedamos dormidos.



A la mañana siguiente me desperté y miré el reloj de la habitación. Me alarmé por la hora, pero me tranquilicé porque, si Martín no me había intentado echar, era porque estaba todo bien.


La chica seguía durmiendo, abrazada a mí, por lo que tuve que salirme de su lado. Me senté al borde de la cama, y observé la ventana por algún tiempo. No corría viento y estaba nublado.
Me sentía mal, tremendamente mal. Yo realmente quería que hubiera otra persona al lado mío, pero esa persona no tenía ningún interés en mí.


Cegado por la luz de la mañana, miré al suelo y me sorprendí al toparme con que mi celular estaba sobre la alfombra. Rápidamente, busqué en el cajón y encontré un cargador.

Conecté el teléfono, esperé no sé cuánto hasta que encendiera, y revisé mi conversación con Ástrid. Ella no me había enviado ningún mensaje, pero no me sorprendió. A decir verdad, hasta me lo esperaba.


Entonces, con el coraje que me dio la resignación que me había dejado su beso la noche anterior, le envié un mensaje que iba a cambiar para siempre las cosas entre nosotros.



PARTE 11 https://www.tomasbitocchi.com/2016/05/astrid-parte-11.html


1 comentario:

  1. BASTA SON MUY DESAGRADABLES TODOS LOS PERSONAJES 😭 pero a decir verdad me tiene cautivada lo identificada que me siento 😚

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