La vi en el rincón, tirada y muy pasada. Estaba colgada viendo la nada, tenía el pelo un poco enredado, y el delineador se le había corrido lo suficiente.
Terminé por acercarme y le pregunté qué pasaba. Me miró como si no me encontrara, y confesó que moría de ganas de excederse un poco más. Le traje algunos vicios y, ella, cada vez más y más arruinada.
Quedé sorprendido al darme cuenta que hacía mucho tiempo no hallaba una chica que así de tanto me gustara.
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