jueves, 25 de junio de 2020

Mauricio y la cuarentena

-Alberto, si te invito una cerveza, ¿me dejás salir de mi casa?
-No, flaco.
-¿Y dos cervezas? Artesanales, traídas desde la Patagonia, pensalo...
-No.
-Pará.

-¿Qué?
-Escuchá esta propuesta: Dos cervezas patagónicas artesanales, les sumo unas papitas, y prometo leer la constitución antes de juntarnos, así no hago el ridículo.
-No, flaco, no me interesa. Además, con todo respeto, es muy pobre tu oferta.
-NO PUEDO HACER UNA MEJOR OFERTA PORQUE NO TENGO PLATA.
-Trabajá si no tenés plata.
-SI NO ME DEJÁS SALIR NO PUEDO IR A TRABAJAR.
-Pedí la IFE, tonto.
-¿QUÉ ES LA IFE?
-¿Vas a seguir gritando?
-NO SÉ.
-Entonces... Chau, pelotudo.
-Ay, ¡lo dijo!
-¿Qué cosa?
-El "Chau, pelotudo", ¡como en Twitter! Ja ja, señor presidente, no puedo enojarme con usted.
-Me alegra escuchar eso, y también me alegra que hayas empezado a tratarme de "usted". Y por favor, quedate en casa.
-Lo que usted diga, presidente.
-Así me gusta.
-Una cosita más, ¿podría decirme cuándo termina la cuarentena?
-Eso no lo sé.
-¿Y una fecha estimada? Extraño poder planificar algo, lo que sea.
-Lo lamento, no sé la fecha.
-¿Y no puede sacar una especie de permiso especial, donde la persona que lo solicita renuncia a cualquier servicio médico durante seis meses, a cambio de poder circular libremente?
-Es buena esa, es como poner una horca pública, donde la gente vaya y se suicide libremente.
-¿Es tan grave el virus, presidente?
-...
-¿Alberto?
-...

El muchacho, luego de su charla con Alberto, se encontró con su madre, que le preguntó:

-¿Con quién hablabas, hijo?
-Con el presidente, mamá.
-¿Eh? ¿Es una de esas cosas de Instagram?
-No, mamá, estaba recién hablando con él.
-Ehm... ¿En el baño?
-Sí.
-Hijo, contestame con LA VERDAD; ¿Estabas hablando con el presidente de los argentinos en EL BAÑO?

El hijo quedó perplejo, y miró a su madre como si estuviera fuera de sí.

-Tranquilo, está todo bien, vení, sentate -pidió ella.
-No, no quiero sentarme.
-Tranquilo, hijo, por favor, no te alteres.
-NO ESTOY ALTERADO.
-No rompas nada, te lo ruego, ¡no rompas nada!
-VOY A ROMPER TODO, VIEJA HIJA DE PUTA.
-Hijo, por favor, venías re bien estos días, tranquilizate, te hago un mate, ¡no te pongas así!

De repente se escuchó a alguien gritando. El hijo abrió la ventana del departamento, y miró hacia abajo. Apenas tuvo su atención, el vecino reclamó:

-¿Otra vez gritando, pedazo de enfermito? ¿Por qué no te internás? Si sos un vago que no sirve para nada, ojalá te caigas por la ventana, loquito de mierda.
-¡Mauricio, no lo provoques, es peor! -pidió la madre, desde atrás.
-No lo provoco, le digo lo que es, un pelotudo, y encima loquito. ¿Escuchaste, bobo? -preguntó Mauricio.
-TE VOY A MATAR -sentenció el muchacho.

El hijo corrió hacia la puerta. Su madre intentó frenarlo, pero él la empujó, y ella se terminó golpeando la cabeza contra la punta de la mesa, quedando reducida momentáneamente debido al dolor intenso.

Una vez que estuvo en la puerta del departamento de su vecino, el muchacho volvió a gritar. Mauricio no respondió, pero Marcos, su hijo, le abrió la puerta.

Entonces, el muchacho furioso ignoró a Marcos y corrió hacia Mauricio, que estaba parado en el balcón. En un hábil movimiento, Mauricio logró esquivarlo, generando así que su contrincante se chocara contra la baranda del balcón que, inesperadamente, se rompió, dejando caer al muchacho enojado contra la vereda.

Luego se escuchó el crujir de su cabeza, y entonces todo fue silencio.

-Por fin, no se aguantaba más.
-¡Mi hijo, mi hijo! ¡¿Qué hiciste, Mauricio?! ¡¿Qué hiciste?! -dijo la madre, que todavía se tocaba la cabeza por el dolor del golpe.
-Hice lo que mis convicciones me dictaron.
-¡¿Tus convicciones dictaban que mi hijo muriera?!
-Pensá esto con alegría: Ahora no vas a tener que sufrir más por vivir con un... ¿Cómo dicen ahora? ¿"Machito violento"?
-Sí, eso se estila mucho -comentó Marcos.
-Bueno, eso -ratificó Mauricio.
-¡Pero estaba enfermo, necesitaba ayuda! -explicó su madre.
-No necesitaba una ayuda, necesitaba un empujón... Ja ja ja ja.
-¡Ja ja ja ja! -rió Marcos también.

La madre, indignada, abandonó el departamento de su vecino y volvió al suyo. Luego fue al baño para hacer pis.

En ese mismo momento, en el departamento de abajo, Mauricio se acercó a la rejilla de ventilación, mientras Marcos miraba con picardía:

-Hola, ¡soy Alberto! -dijo Mauricio.
-¿Qué? -preguntó confundida la madre del muchacho que acababa de morir.
-¡Que soy Alberto!
-¿Qué Alberto? -preguntó la madre.
-¡El de tu culo y ésta! -se apresuró Marcos, que estaba estallado de risa, aunque Mauricio reprobó, y dijo su propio remate: "Agachate y conocelo, ja ja".

La madre, dándose cuenta de que le estaban tomando el pelo, todavía con la bombacha baja y haciendo pis, se agarró la cabeza y empezó a llorar. "Te voy a extrañar tanto, hijo, te voy a extrañar tanto", lamentaba, mientras su cara se ponía roja y sus lágrimas caían con violencia contra el piso.



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