martes, 21 de abril de 2020

Mila & Bianca - Parte 22 (final)

Meses después, Bianca estaba en un departamento, supervisando a dos hombres que cargaban un sillón para ubicarlo allí dentro. Por la ventana ingresaba la luz del sol y ella se asomó para observar la vista. La gente se veía pequeña desde esa altura.

Al rato de estar ubicado su sillón, llegó su padre, Roberto. Los empleados ya se habían ido.

-¿No es re lindo el sillón, papi?
-Sí, es muy lindo, también la mesa que te trajeron. ¿Te falta algo más?


Bianca rió.

-Ja ja, un montón de cosas faltan, pero me estoy encargando de pedirlas todas, es medio un laburo a veces, pero la voy llevando bien, ¿mamá no piensa venir nunca?
-Dale tiempo, no le gusta todavía esta idea.
-¿Por qué no? Si le da la posibilidad de estar lejos mío, ¿no es lo que quería? -bromeó ella.
-Ni en broma digas eso. Tu mamá te adora, pero ella piensa que tendrías que trabajar o estudiar para aprender a“ganarte el pan” y yo, bueno, pienso diferente. Quiero que tengas la mejor vida posible, sin necesidad de sufrir. Mientras pueda ayudarte, quiero que vivas tranquila, no me parece correcto que tengas que pasar por lo mismo que pasé yo.
-Es que... Qué sé yo, a veces me da un poco de vergüenza decir que no trabajo ni estudio, a esta altura ya no sé qué contestar cuando me preguntan por qué no hago ninguna de las dos cosas.
-Nunca te sientas avergonzada de lo que sos, todo lo que tenemos nos lo ganamos honestamente. Vivimos como vivimos porque podemos y, sobre todo, porque nos lo merecemos.
-¿Y por qué mamá me quiere mandar a trabajar entonces? Además, ella tampoco trabaja, ¿por qué me quiere mandar a mí?
-Ya te dije, hija, ella cree que todos tenemos que pasar por cierto tipo de experiencias para valorar lo que tenemos. No le des vueltas a eso, tu mamá siempre se enoja por un tiempo y después se le pasa, dale unos días.
-Ok, está bien. Gracias papi, sos el mejor, en serio.
-De nada, hija, pero sí o sí ocupate de amueblar el departamento y mantenerlo prolijo, es la única condición para que estés acá, ¿sí?
-Sí, obvio, si va a ser mi casa... ¡Obvio que la voy a cuidar!
-Me parece muy bien. ¿Ya vino Milagros a visitarte? ¿Vive a un par de cuadras de acá, no? Una vez me acuerdo haberte llevado a su casa, cuando recién se mudó sola.
-No hablamos más con Milagros.
-¿Pasó algo?
-Sí, pero ya está, no pienso en eso. Hay demasiada gente en el planeta como para preocuparme por una en particular.

Roberto se rió levemente.

-¿Qué? ¿Qué pasa? -preguntó Bianca.
-Yo pensaba igual, hasta que naciste vos...
-Ay, papá, sos un cursi -respondió ella, combinando un tono burlón con ternura.
-Es la verdad -acotó él- Bueno, ¿tomamos un mate o almorzamos temprano? En un par de horas sale el vuelo y quiero pasar este último rato con vos.
-Hagamos un mate, si pido comida no sé cuánto puede llegar a tardar.
-¿Y cocinar? ¿No te animás a que intentemos?
-No, prefiero pedir, ya viene hecha.
-Ya te vas a aburrir de la comida hecha, te va a dar curiosidad cocinar, yo ahora cuando viajo me alojo en algún lugar con cocina, así bajo un cambio cuando vuelvo.
-Sí, puede ser, no sé, veremos. Pongo el agua, ¿dale?


Tras una hora y poco más, su padre tomó su valija y ambos bajaron a tomar el taxi hasta el aeropuerto. “Papi, ¿podés dejarme en el local donde compré la licuadora? Lo compré en liquidación con tu tarjeta y no hacen envíos”, pidió ella, y él accedió.

Una vez en el local, se despidieron y Bianca fue a recoger la licuadora. Primero fue a un mostrador con su número de orden, pero luego la derivaron a otra ventanilla. Allí salió un muchacho con la licuadora, y comenzó a abrir la caja para mostrar que estaban todas las piezas.

Cuando terminó el procedimiento, el empleado miró fijamente a Bianca y le preguntó si tenía alguna consulta. Ella respondió que “no”, saludó y se fue. Minutos más tarde, le llegó un mensaje que decía “Buenos días Bianca, soy Nicolás el asesor de Casa Ventania que te entregó la licuadora, estoy para lo que sea que necesites”. Bianca leyó el mensaje, revoleó los ojos, y luego ingresó en una cafetería que parecía nueva.

Se sentó, pidió un té y, luego, apareció Ezequiel, que la saludó y se sentó frente a ella.


-Gracias por hacerte este tiempo para vernos -dijo él.
-No, por favor, ¿cómo estás? ¿Cómo está tu hermano?
-Con mi vieja estamos súper tristes, pero también pensamos que todavía no tenemos que adelantarnos, él suele tener un problema grave de salud cada cierta cantidad de meses, pero siempre asusta, ¿viste? La posibilidad de perder a tu hermano... -dijo, y se agarró la cara, como para ocultar su llanto.
-Espero que puedan contenerse mutuamente con tu mamá, es re importante estar unidos en un momento así.
-Sí, lo es. Y gracias de vuelta por hacerte este tiempo.
-De nada.
-En estos días pienso bastante en nosotros, en que teníamos una linda relación.

Bianca no contestó.

-Pienso en que creíamos cosas parecidas -continuó él- y que siempre nos sentimos bichos raros porque los demás estaban seguros de que era una locura tener una relación abierta.
-Sí.
-Incluso tu ex pensaba eso, que estábamos locos.
-Sí -volvió a decir Bianca.
-A veces quisiera volver en el tiempo para darme cuenta en qué momento lo nuestro dejó de andar.
-No sé, es difícil saber esas cosas.
-¿Qué sentís ahora que nos volvemos a ver?
-Ganas de irme, Eze.
-¿Qué?
-Es que, no sé, me dijiste que querías hablar porque tu hermano estaba mal y necesitabas conversar, y ahora me salís con estos temas, ¿qué te pasa?
-Sólo preguntaba...
-Andá al grano entonces, no me hagas perder el tiempo.
-¿Tenés mucho tiempo ocupado que no podés perder un rato hablando conmigo? -preguntó Ezequiel, con algo de mala intención.
-Sí, estoy re ocupada, me mudé sola y tengo que encargarme de amueblar todo y poner los servicios.
-¿Te fuiste a vivir sola? Te felicito. Me alegra que te esté yendo bien. Bah, siempre caés parada vos.
-Gracias.
-¿No extrañás nada de nosotros?
-No, Ezequiel, no te extraño, y menos ahora que me hablás de esto.

Ezequiel apretó los labios y, tras una pausa, retomó:

-Bian, ¿vos sabés que te comportaste pésimo conmigo, no?
-No puedo saber algo que no es.
-Dale, Bian, ¿de verdad pensás que me trataste bien? ¿Te acordás cuando viniste a mi casa? Ni siquiera saludaste a mi hermano...
-Yo siempre te traté con honestidad. No entiendo qué estás buscando que te diga.
-Unas disculpas estarían bien.
-No, no me voy a disculpar por cosas que no hice. Si a vos no te gusta mi personalidad, no lo hagas querer pasar como que fuiste una víctima. Nunca quise lastimarte, por ende, no tengo nada de lo que pedir disculpas.
-Bian, asumí que tenés culpa de algo, aunque sea una vez.
-Es que si la tuviera, lo admitiría, pero no es el caso. Y de vuelta: Me dijiste de vernos porque tu hermano estaba enfermo, y ahora estás haciendo esta conversación rarísima. Me sorprende y decepciona muchísimo tu actitud, pensé que vos, tan racional y tan abierto, ibas a saber entender que, si alguien no quiere estar con vos, es definitivo y no hay que insistir.

Ezequiel calló, y Bianca dio un sorbo a su té.

-Perdón, Bian, no sé en qué estaba pensando. Perdón -pidió él, harto y vencido.
-Todo bien, pero posta no quiero quedarme a tener una conversación así de tensa. Espero que tu hermano mejore y que todo esté bien -deseó, mientras se levantaba y agarraba su licuadora.
-Gracias. Pero pará, no te vayas todavía.
-¿Qué?
-De verdad quiero disculparme por cómo me comporté recién. Me siento avergonzado, de ninguna manera quise hacerte sentir mal, yo te tengo en muy alta estima y quiero lo mejor para vos.
-Aprecio que lo exteriorices, Eze, y de esa misma manera quiero decirte que lamento haberte hecho sentir incómodo en cualquier momento que te hayas sentido así, tampoco fue mi intención, quiero lo mejor para vos también. Ahora sí, me voy, creo que es lo mejor que puedo hacer en este momento.

Ezequiel asintió con la cabeza, y Bianca se fue.

Ese mismo día, Mila estaba sentada en el sillón de un departamento, tomando mate con una mujer.

-Y la verdad es que después de eso ya no quise hablarle más, me cansé de ser la que da todo y no recibe lo mismo a cambio... -decía esta persona.

Mila no contestó.

-Además -continuó la mujer- cinco años estuve con el chabón, ¡cinco! Nunca me acompañó a ningún lugar, nunca quiso conocer a mis amigos, y gracias que tuvo la decencia de vestirse para ir a conocer a mi familia.
-Pero Romi, hay algo que no entiendo, ¿por qué estarías cinco años con alguien con quien tenías semejantes diferencias? Porque lo de no conocer acompañarte y conocer a tus amigos lo notás enseguida, no es que son actitudes ocultas.
-Porque yo soy una boluda, Mila, soy la que la rema y la rema por amor, soy la boluda a la que la toman de boluda porque tiene cara de boluda.

Mila rió.

-Yo soy muy intensa, Mila, no puedo simplemente decir “bueno, se acabó la relación”, sino que tengo que agotar hasta el último recurso para mantenernos juntos. Di todo por esa relación, todo.
-A veces dar todo no es suficiente, si dentro del “todo” no está lo necesario -sugirió Mila.
-Mirá, el pibe este era un vago, un dejado, y yo tenía que venir a organizar las cosas para que el chabón hiciera algo de su vida. Si fuera por él, se la habría pasado yendo del laburito pedorro que tenía a su casa para jugar sus jueguitos de mierda, ¿qué les pasa a los chabones con los juegos? ¿Tan poca imaginación tienen que se la pasan jodiendo con eso?
-Pareciera que él no te gustaba ni un poco, y de vuelta, ¿por qué lo estiraste tanto? ¿Qué significa “agotar hasta el último recurso”? ¿Qué tan lejos estaba el último recurso como para haber estado cinco años con alguien que detestás?
-Hubo un tiempo en que ni cogíamos porque el chabón se quedaba viciando toda la noche, ¿a vos te parece? -continuó ella, como desoyendo el comentario previo de su interlocutora.

Mila la miró en silencio.

-¿Qué, qué pasa? -preguntó Romi.
-¿Hay algo que hayas hecho más o menos mal en la relación? O sea, ¿pudiste hacer una autocrítica sobre todo lo que fue el vínculo que tuvieron?
-Sí, lo que te estoy diciendo, que soy una boluda que se la re juega por el otro y le pintan la cara. Yo soy una mina honesta, sensible, compañera, estoy en las difíciles y aguanto los trapos, y me gustaría que aunque sea me devolvieran la mitad de eso.
-¿Valorás la honestidad?
-Y sí, ¿quién no?
-Bueno, te puedo decir cómo se ve desde afuera tu situación, si querés.
-Seguro me veo más boluda todavía, ja ja -bromeó Romi.
-Ja ja, no, nada que ver -se cubrió Mila- Desde acá se ve como que quisiste que el flaco hiciera cosas que no le interesaban.
-Y sí, ¿vos te pensás que a mí me gustaba acompañarlo a ir a buscar sus juguetes de Godzilla y no sé qué mierda? Tipo grande y con juguetes... Mila, soy una mina que merece un hombre de verdad, no un nene.
-Claro, tal cual -contestó Mila, como si estuviera muerta por dentro.
-Ay, Mila, vos me re entendés, sos lo más boluda, ¡qué bueno que estás en mi vida! -celebró, mientras le tomaba las manos- Gracias por escucharme, te re estoy quemando la cabeza hace días y vos ahí firme junto al pueblo, ja ja.
-No pasa nada, me alegra saber que podés descargar todo conmigo.
-Gracias, en serio, sos una re amiga.

Mila hizo una mueca, y continuaron poco tiempo más con el mate. Luego ella abandonó el departamento, y fue a tomarse el colectivo para volver a su casa.

Allí se acomodó en un asiento doble y apoyó su cabeza contra la ventana. Agarró su celular, se puso los auriculares para escuchar música, y abrió Whatsapp, y vio que el círculo verde indicaba que había 70 mensajes sin leer de un grupo llamado “Locas de REMATE”, que tenía de foto de perfil una imagen de un personaje femenino de una película sosteniendo un bate de baseball. Mila abrió la conversación, y comenzó a leer. Se encontró con audios reenviados, fotos del ginecólogo de una de las integrantes, noticias sin chequear, y memes. Con desdén, scrolleó hasta el final de la charla. Subió y bajó sin leer un par de veces y, tras un gesto de frustración, bloqueó la pantalla.

Segundos después, llegó un mensaje de Romi al grupo: “Chicas, Mila tendría que ser psicóloga, me está salvando la vida escuchándome hablar sobre mi ex, jaja, ¡voy a tener que empezar a pagarle!”.

-Ojalá me pagaras, pelotuda -murmuró Mila, tras leer el mensaje.

En ese momento, alguien se le sentó al lado, y le preguntó:

-¿Quién querés que te pague?

Mila abrió los ojos sorprendida, se sacó los auriculares, y saludó:

-Bian... Hola.
-Hola, ¿cómo estás?
-Bien, ¿y vos?
-Bien, ¿así que querés que alguien te pague? -insistió Bianca.
-Sí, es una boludez igual.
-Contame, si querés.
-Es una amiga, que dice que le hago de psicóloga.
-¿Y tan mal te cae que querés que te pague?
-Ja ja, sí -aseguró Mila.
-¿Por qué te cae mal?
-Porque es un poco tonta, bah, perdón, quiero decir que no pensamos parecido.
-Podés decirme que te parece una pelotuda, Mila... -alivió Bianca.
-Es que la piba me re quiere, y yo no me la fumo más. Hace un tiempo me hizo conocer a sus amigas incluso, y me metió en el grupo que tienen en Whatsapp.
-¿En serio me estás diciendo?
-Sí.
-Estás en un grupo de Whatsapp, tenés un grupo de amigas, ¡no te reconozco! ¡Un par de meses que no hablamos y ya sos otra persona!
-No seas boluda. El tema es que ella es re insistente y me está todo el tiempo encima. Todo pasa tan rápido que casi no me deja otra opción más que participar. A veces no le contesto los mensajes rápido y me llama.
-¿Pero es tu amiga o tu novia? Medio raro que haga eso.
-Qué sé yo.
-¿Y por qué te seguís hablando con ella si no la soportás?
-Porque me pasa lo mismo con toda la gente, Bian, y a esta altura ya me parece evidente que el problema soy yo, porque siempre la que se hincha los ovarios antes que el otro soy yo, y me dan ganas de irme y encerrarme en mi casa para no volver a hablar nunca más con nadie.
-¿Y con este chico con el que habías empezado a salir en su momento? ¿También te hinchaste los ovarios? ¿Lucas se llamaba?
-No salió bien eso.
-Oh, qué pena. Che, ¿ y cómo conociste a tus amigas nuevas?
-En realidad es una sola, las demás son amigas de ella, yo las vi un par de veces nada más. Y a esta piba la conocí por Instagram. Me contestaba todas las historias y bueno, eventualmente le seguí la conversación.
-¿Y qué vas a hacer con ella? Si ya no te la fumás... Pregunto.
-No sé. Siento que hay algo mal en mí, algo que tengo que corregir.
-No está mal cómo sos, Mila, no dejes que otros te hagan creer eso -dijo Bianca.

Mila la miró burlonamente.

-¿Justo vos me decís eso?
-Sí, ¿quién más te conoce hace tantos años?
-Sabés por qué lo digo... Por esto mismo dejamos de hablar, Bian.
-Yo me disculpé por mis errores y prometí comportarme de una manera que te hiciera mejor, pero vos no aceptaste. Y está bien, yo lo entendí, por eso ya hace tiempo que no hablamos. Ah, y no sé si hacía falta decirlo, pero me pone contenta encontrarte acá.
-¿Es raro, no? Se siente como si la última vez que hablamos hubiera sido ayer -observó Mila.
-Sí, es que así son las cosas cuando conocés bien al otro.
-Sí, es cierto. Se forma un lazo casi permanente o, al menos, muy duradero -Mila frenó a pensar dos segundos, pero cambió de tema- ¿Por qué la licuadora? ¿Se rompió la de tu mamá?
-No, me mudé a un departamento. Ahora vivo sola -contestó, sonriendo.
-Hey, re bien, ¿conseguiste laburo al final?
-No.
-Ah, ok. ¡Felicitaciones entonces!
-Un día podés venir y comemos una pizza y tomamos una cerveza, si querés.

Mila no respondió.

-Y así aprovechás para quejarte de tu grupito de amigas nuevo, ja ja. Vivo re cerca tuyo ahora, así que estamos ahí nomás.
-Bian.
-¿Qué?
-Yo tengo que hacer mi propio camino ahora, necesito entender por qué hago lo que hago, y si estoy cerca tuyo sólo voy a volver a tener las mismas actitudes de antes. Quiero entender quién soy y, si querés un consejo, a vos también te ayudaría empezar un proceso similar.
-Yo siempre reflexiono -aseguró Bianca.
-¿Y las conclusiones de tus reflexiones son siempre “no tengo que cambiar absolutamente nada de mí”?
-No, no son esas. ¿Sabés cuál es el problema más frecuente que tengo? Que los demás no reconocen sus fallas ni errores, así se hace difícil entender cuándo el problema soy yo y cuándo es el otro. Vos preferís echarte toda la culpa y decir que el problema sos vos, pero yo no puedo ser así. No me parece justo cargar todo sobre mí, sobre todo si no es mi responsabilidad.
-¿Y no te parece esa una diferencia fundamental entre vos y yo? ¿Cómo vamos a volver a tener una conversación sobre cualquier tema si estamos tan distanciadas hasta en eso?
-¿De verdad preferís intentar trasladar todos los años de nuestra amistad a otras personas, antes que volver a hablar conmigo? -cambió de tema Bianca.
-No puedo trasladar esos años y experiencias, Bian, de eso se trata justamente: Tengo que empezar de cero.
-¿Y qué tal te está yendo?
-Horrible, ¿pero qué voy a hacer? Este es el mundo en el que vivo, no puedo torcer todo según mis intereses.
-Sí que podés.
-Pero no quiero. Y tampoco sé si tengo las herramientas.

Ambas callaron unos instantes.

-Dale boluda, venís a conocer mi casa y miramos una película, ¿no ves que estamos hablando lo más bien ahora? -preguntó Bianca, sonriendo.
-Perdón, me tengo que bajar -interrumpió Mila.

Bianca miró confundida.

-No vivís acá vos -señaló.
-Es que tengo clases de inglés -explicó Mila.
-Ah, ¿en serio?
-Sí, permiso.
-Bueno. Me alegró mucho verte, Mila.
-A mí también -contestó rápidamente ella- chau.

Cuando bajó del colectivo, Mila dijo en voz alta: “¿Clases de inglés?”, como si estuviera indignada consigo misma por no haber podido inventar algo mejor. Luego se apoyó contra un poste para esperar al próximo colectivo, que era de la misma línea y ramal del que se acababa de bajar. Bianca, que se había quedado mirándola, se dio cuenta del movimiento de su ex amiga, y resopló con bronca.

Finalmente, Mila se puso los auriculares para escuchar música, y respiró aliviada.





Escrito por: Tomás Bitocchi

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