Todos soñamos con un final feliz. Bueno, soñar es fácil.
Claro, ¿qué digo? Si todo hiciéramos realidad nuestros sueños, terminaríamos a
las piñas.
Está bien. El muchacho ganó unos minutos más de vida, como
si el universo se hubiera apiadado de él. Es una pena que la parada estuviese
tan cerca:
Sin embargo, algunos sueños son pequeños. Chiqui chiquititos, casi de llavero. Como el de ese chico que se despedía de su amiga en la esquina. Ambos llegaron hasta el borde de la vereda, y ella disparó:
-Yo me voy para allá -apuntando hacia el lado contrario que el cuerpo del jovencito indicaba que iba a tomar.
-Pero... Eh... -respondió, trastabillando.
-¿Qué? ¿Qué pasa? -preguntó, apurando una decisión.
-Te acompaño a la parada si querés.
-Este colectivo viene rápido -comentó la señorita.
-Bueno, eso es... bueno -acotó el muchacho, mientras se
tatuaba un “no puedo creer que tenga tanta mala suerte por el amor de Dios,
Jesús, María y Cristina”.
Ella no decía nada, por eso él intentó:
-¿Te gusta estar soltera?
-Eh... -azorada- sí, a ver, no es algo nuevo tampoco. Estuve
de novia muy poco tiempo. Para mí es natural ser soltera.
-Ah, y, ¿salís con alguien este fin de semana?
-No, con mis amigas el sábado, pero el resto del finde no...
¿Qué pasa? ¿Estás planeando invitarme? -sonrió, y rió suavemente, al son de un
guiño de ojo cómplice.
-Ja ja -atinó él: Estaba tan nervioso que parecía que iba a
morir.
-¿Estás bien? -interrogó, preocupada.
-Sí, es que. Tengo que decirte algo.
-¿Es por lo de hoy?
-¿Hoy?
-Sí, por ese chico que me pidió el celular.
-No, no. Es que me gusta una chica.
-¿La conozco?
-Sí, y no…
-¿Es amiga mía?
-Sí. Sí lo es.
-¿Me vas a decir quién es?
-Si te lo digo, ¿me vas a creer?
-No.
-Entonces, ¿te puedo decir otro día? -contestó, ya más tranquilo.
-¿Por qué no acá?
-Mucha gente, mucha calle, mucho todo. Soy más sensato entre
la paz.
-Está bien, nos vemos pronto entonces. Pero si tardás,
fuiste.
-No creo que tarde más de lo que tardé hasta ahora.
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